La primera reacción de J.J. Abrams, cuando le ofrecieron dirigir El Despertar de La Fuerza, fue decir no. Eso a pesar de que su vida, al igual que la de millones, cambió a los 11 años cuando vio Star Wars por primera vez en 1977, convirtiéndose en un gran admirador del universo creado por George Lucas desde entonces. Aunque al final terminó aceptando hacerse cargo de la nueva entrega de la saga fílmica más famosa, querida, supervisada, vigilada y criticada del cine, era comprensible que su respuesta inicial fuera negativa.
Si bien Abrams ya se había hecho cargo de revivir –con muy buen éxito de crítica y público- dos franquicias de alto nivel como Misión Imposible y Star Trek, Star Wars era una bestia de otro calibre. No sólo tenía la presión de hacer una película que agradara a los fans de la vieja guardia, sino que además tenía en sus hombros el peso de un negocio multimillonario que debía tener éxito sí o sí: hacer un filme atractivo para las nuevas generaciones, que además asegurara los planes a futuro de realizar no sólo los Episodios VIII y IX, sino varios spin-offs, y hacerlo completamente mercadeable de todas las maneras posibles.
Abrams sufrió a la inversa lo que sus dos maestros, George Lucas y Steven Spielberg, inventaron a finales de la década de los 70 y durante la primera mitad de los 80. Mientras ellos no tenían una gran expectativa o ideal del éxito que iban a tener la original La Guerra de las Galaxias o E.T., por mencionar dos ejemplos, Abrams DEBÍA tener éxito, a como diera lugar. De su trabajo dependía el trabajo de miles de personas.
Y es que El Despertar de La Fuerza está llena de referencias/homenaje a la Trilogía Original, tanto en tono como en temática –e incluso hasta en lenguaje cinematográfico, como ciertas transiciones de escenas y la banda sonora-, a las que Abrams y compañía añadieron nuevos personajes y situaciones que dan como resultado un filme que si bien no es perfecto, supera en muchos elementos lo que de él se esperaba.
La historia es sencilla: más de tres décadas después de los hechos ocurridos en El Regreso del Jedi, cuando Luke Skywalker derrota a Darth Vader y el Emperador, los restos de Imperio se convirtieron en una nueva amenaza que actúa bajo el título de la Primera Orden, comandada por el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), quien utiliza como brazo ejecutor a un agresivo guerrero que maneja el Lado Oscuro de La Fuerza, Kylo Ren (Adam Driver).
Pero la historia de los Jedi, los Sith, el Imperio, La Fuerza y demás se han desvanecido con los años, quedando en el nivel de mito y siendo prácticamente desconocida por las nuevas generaciones. En un planeta lejano, Jakku, una joven chatarrera que responde al nombre de Rey (Daisy Ridley), se ve envuelta en una peligrosa aventura junto a un pequeño androide astromecánico, BB-8 (un tierno y simpático robot que hará jubilar al legendario R2-D2), y a un renegado y desertor stormtrooper, Finn (John Boyega). Es hasta que Han Solo (Harrison Ford), un veterano de mil batallas contra el Imperio les revela que todas esas historias fueron ciertas, que Rey y Finn se dan cuenta de que su destino es más grande de lo que pensaban.
El filme funciona en varios niveles. Por un lado, apela a la nostalgia de los fans de antaño con la presencia de los héroes originales. Aunque ya veteranos, ver a Fisher y Ford todavía sacando chispas como Leia y Han, así como a Mark Hamill como Luke (sí, sí aparece en la trama), le ayudan a Abrams a ganarse la confianza y admiración que no tuvo Lucas con las precuelas.
Otro elemento importante es el villano de la historia, Kylo Ren, quien si bien no llega a los niveles de poder e importancia que tuvo Darth Vader, muestra una historia compleja e interesante. En este sentido, uno de los aciertos de Abrams fue humanizar a los protagonistas, dotándolos de un gran sentido del humor, dudas, miedos, valor, coraje… convirtiéndose así en personajes empáticos y entrañables con los que la audiencia fácilmente se puede identificar, a diferencia de los personajes de las precuelas, que tenían un aura de superioridad que les impidió tener esa conexión con el público.
Si bien un viejo conocido como Harrison Ford tiene una presencia prominente en la cinta, la verdadera estrella es la británica Daisy Ridley, quien hace de Rey un modelo a seguir para las niñas y jovencitas, quienes normalmente no tienen a un personaje importante con el cual identificarse, pues las mujeres en el cine y la TV –aunque eso está cambiando- están relegadas a ser de relleno y como mero atractivo visual.
Aquí, Rey no solamente es una mujer fuerte, sino que muestra habilidades que por lo general son “exclusivas” de los hombres: sabe de mecánica, es una experta piloto y es capaz de patear traseros y defenderse sin necesidad de ayuda. Y Ridley la hace suya, otorgándole su personalidad elegante, chispeante e independiente y convirtiéndose, quizá, en la mujer más destacada dentro del universo de Star Wars.
Abrams tuvo la visión de respetar las necesidades de los fans, de honrar a los personajes clásicos y de mostrarle al mundo a una nueva generación de héroes que darán muchísimo de qué hablar en los años por venir. Los elementos ahí están. Viejos amigos que los fans de antaño vuelven a ver en la pantalla grande (Han, Chewie, Leia, Luke, R2, C-3PO), nuevos héroes a quienes vitorear (Rey, Finn, Poe), criaturas extrañas, mundos espectaculares, sables de luz, grandes batallas, un soundtrack espectacular a cargo del único John Williams y el sentido de que nuevamente se regresó a esa galaxia lejana que tantos añoraban.