Una de las razones por las que el Gobierno del Distrito Federal intentó construir el Corredor Cultural Chapultepec, derrotado de manera contundente el 6 de diciembre en una consulta pública, es por la necesidad de vincular la transformación de espacios públicos con la posible inversión privada. Hay cierto grado de razón, dado que la Ciudad de México, como todo el país, vive de jalar la cobija: unos ganan cobertura y otros la pierden.
Digo que hay cierto grado de razón también porque Masaryk se intervino con recursos públicos y costó unos 600 millones de pesos (a veces usan una cifra oficial menor). ¿Cuáles eran las ganancias sociales de utilizar recursos públicos? sin duda, la derrama económica que un exitoso Masaryk puede dejar en la ciudad.
Desde el inicio del gobierno de Miguel Ángel Mancera, la empresa Calidad de Vida, que posteriormente evolucionó a ProCDMX, propuso desarrollar las Zonas de Desarrollo Económico y Social (Zodes). En teoría, la idea parece fabulosa: a partir del potencial de una zona, generemos recursos para transformarla y detonar su potencial de inversión y generación de empleos. No fue así en la práctica.
La inversión en el centro comercial elevado de Chapultepec correspondía a la Zodes de la Zona Rosa. Un espacio tan simbólico en la ciudad se encuentra deteriorado, con problemáticas sociales y sin aprovechar su máximo potencial de generación de empleos.
“Shopultepec” sólo atendía la avenida, no garantizaba la transformación de las calles interiores ni la recuperación de la zona turística. El concepto Zodes, que ha sido visto con temor por los vecinos, en su concreción terminó siendo justo lo que éstos reclamaban: una figura sin base legal, orientada al beneficio privado con costos elevados y socializados.
¿Seguimos insistiendo en transformar espacios públicos mediante inversión privada? La alternativa más lógica se llama “desarrollo inmobiliario”: hay múltiples mecanismos para incrementar, en años subsecuentes, la base de predial y otros impuestos, incluso sin afectar a los actuales propietarios. Arreglar Avenida Chapultepec se paga solo: sin modificar los usos de suelo de las colonias colindantes, una mejora del espacio físico ayudará a incrementar la recaudación en los siguientes años, lo que hará pagable cualquier inversión pública. No sé si pase lo mismo en toda la ciudad, pero en avenidas como Chapultepec, Niños Héroes, Balderas y Bucareli, donde urgen estas inversiones, sí.
¿Podemos ir más allá de la transformación física? El gran temor que existe en la Colonia Juárez y en la Roma Norte es que una mejora de Avenida Chapultepec eleve rentas y sustituya servicios, expulsando población y encareciendo la vida de sus pobladores. La intervención no sólo debe ser a la infraestructura, también debe generar mecanismos que eviten la “gentrificación” de la zona y atiendan la problemática social.
En la consulta sobre el corredor Chapultepec ganó el No, en efecto, pero el vértice en la movilización social en torno al No fue decir “Así No”: Queremos la transformación de Chapultepec y sus áreas vecinas, pero “Así No”. Una vez ganando el “No” esta postura se convirtió en un “Así Sí” ¿Cómo detonar la transformación mediante la participación de la sociedad?
Esta semana, algunos promotores del #AsíNo, ahora #AsíSí, nos reunimos con el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. Él expresó su respaldo a una propuesta surgida de la sociedad, pero fue claro en las limitantes presupuestales. Es mucho más importante que la transformación de Chapultepec, de darse por participación ciudadana, nos lleve al acuerdo sobre los Qué y Cómo, pero también habrá que hacer matemática con los ingresos públicos futuros. Queremos demostrar cómo planeación y participación ciudadana pueden ir juntos y ser la mejor ruta hacia el desarrollo.