Al sonar las campanadas que anuncian el inicio de Año Nuevo, en diversas regiones del mundo se acostumbra comer 12 uvas que para algunas personas sólo representan cada mes del año, pero para otras propósitos o deseos por cumplir.

 

Diferentes teorías abordan el origen de esa creencia convertida en una tradición muy arraigada en la mayoría de los hogares de habla hispana.

 

Algunos dicen que en 1882, como una forma de burlarse de la costumbre de la burguesía de España de beber champán y comer uvas durante la cena de Nochevieja, un grupo de madrileños acudió a la Puerta del Sol en la capital española para comer una uva por cada campanada de la medianoche.

 

Para 1897, en la prensa española se leía que era “costumbre madrileña comer 12 uvas” al dar las 24:00 horas “en el reloj que separa el año saliente del entrante”.

 

Otra teoría es que esa costumbre se remonta al año 1909, cuando en Alicante, España, hubo muy buena cosecha y los vitivinicultores decidieron dar salida y promocionar su producto ofreciéndolo como “uvas de la suerte” o “uvas milagrosas”.

 

Con el paso del tiempo, esta práctica se extendió de manera oral a México, así como a otros países de habla hispana como Venezuela, Argentina, Ecuador, Perú, Chile y Colombia.

 

Actualmente, a las 24:00 horas muchas familias se reúnen alrededor de la mesa y al sonar de las campanadas que usualmente son escuchadas por radio o televisión piden 12 deseos, la mayoría relacionados con la salud, la fortuna y el amor.

 

En esos últimos segundos del año, algunas personas se concentran en definir los 12 propósitos que deberán alcanzar el año entrante, como bajar de peso, hacer ejercicio, terminar su formación académica, viajar, dejar de fumar, ahorrar o conseguir un ascenso laboral.

 

Además, se cree que aquellos que se terminen las 12 uvas en los primeros 60 segundos del Año Nuevo tendrán buena suerte durante los siguientes 365 días, que -por cierto- para 2016 serán 366.

 

En México, para poder llevar a cabo esta tradición, las familias compran las uvas principalmente en centros comerciales y mercados, donde el kilo de la que no tiene semilla se vende entre 50 y 80 pesos, y la otra entre 45 y 59 pesos.

 

Esa costumbre, que ocupa un lugar central en la celebración de Año Nuevo, se acompaña de una rica y basta cena, así como un brindis con el que se agradece por las bendiciones recibidas durante el año viejo, y se comparten a los presentes los mejores deseos.

 

Otras costumbres

 

Para atraer la bonanza, el amor y la salud en el año entrante algunas familias llevan a cabo diversos rituales, como barrer sus casas hacia afuera para alejar las “energías negativas” o desechar objetos en desuso a fin de abrir la puerta a nuevos proyectos.

 

Jóvenes y adultos visten lencería especial el último día del año. El color depende de lo que están buscando: rojo, pasión; amarillo, atraer dinero; blanco, paz, calma, pureza y armonía; y negro, lujo y dignidad.

 

Para viajar muchas personas preparan una maleta con pocas prendas y salen durante los primeros minutos del año a dar una vuelta a la manzana; mientras que para purificar las energías, arrojan sal hacia atrás, a la altura de los hombros.

 

Se cree también que colocar tres velas en un plato sobre el que hay semillas, como arroz, frijol, lenteja, harina, y una rama de canela, y encenderlas al inicio del año, garantiza la abundancia.

 

Así, entre tradiciones y ritos, comida y bebida, los mexicanos celebran el inicio de Año Nuevo, en el que se presenta la oportunidad de emprender nuevos proyectos y metas.