¿Quién se atrevería en este momento a salir a defender las Zodes, Zonas de Desarrollo Económico y Social, promovidas por la empresa del Gobierno del Distrito Federal, ProCDMX? la respuesta es: Nadie.
Este programa se ha convertido en un rotundo fracaso de ProCDMX, sin embargo tenía una buena lógica que falló en su concreción. En primer lugar, el nombre “Zodes” entró en conflicto con otras experiencias urbanas en la ciudad, como las Zonas de Desarrollo Controlado (Zedec), y se confundió con otras figuras existentes en la Ley de Desarrollo Urbano, como las Áreas de Gestión Estratégica. En segundo lugar, el planteamiento teórico, con el que simpatizo, no logró coincidir con su ejecución.
Comienzo por el planteamiento teórico: el gobierno cuenta con un activo (terreno o concesión) susceptible de ser explotado económicamente, por lo cual se asocia a un inversionista y traduce su activo en un porcentaje accionario del desarrollo. Las ganancias generan rentas que se reinvierten en la zona de impacto, dando lugar a un desarrollo zonal, a partir de un “ancla” exitosa.
Conforme el proyecto se fue detallando, la Zodes Ciudad del Futuro, como se le conoció, quedó desvinculado de las mejoras a su entorno y generando una maqueta ambiciosa de vivienda media y servicios, y un alto riesgo de volverse otra pieza más que consume agua y escupe autos a vialidades ya saturadas. El proyecto acaba de ser cancelado.
Lo que ocurrió en el mal llamado “Corredor Cultural Chapultepec” representa otro ejemplo de desvinculación entre las Zodes teóricas y las Zodes prácticas. Una concesión en manos de ProCDMX debía generar ingresos públicos tales que permitiera recuperar el espacio deteriorado en que hoy se ha convertido la Zona Rosa. Sin embargo, un innecesario centro comercial elevado generaba ingresos públicos magros sin transformar la zona, más allá de los paramentos de Avenida Chapultepec.
Seguro que algo estamos haciendo mal, porque sí me atrevo a defender la idea de que la ciudad impulse el desarrollo zona por zona a partir de los elementos “ancla” que se lo permitan. Pensar que podemos mejorar la economía y la dotación de servicios de la ciudad sólo a partir de un castigado presupuesto público es una ilusión.
El Gobierno de la Ciudad de México cuenta con cientos de terrenos que pueden ser explotados en asociaciones público privadas, para generar recursos adicionales que se inviertan en mejor infraestructura pública, combate a la pobreza o amortización de deuda. Las Zodes teóricas dieron al clavo en esa necesidad, no así su instrumentación, que es hoy un fracaso rotundo y eventualmente detonarán pagos millonarios a los inversionistas que no pudieron concretar sus proyectos.
En el futuro, la Ciudad de México necesitará construir estos instrumentos con otra lógica: desarrollar los proyectos de la mano de la ciudadanía, subordinándolos a los programas general y delegacionales o parciales de desarrollo urbano, y ser muy transparente en lo que se invertirá y lo que recibirá la ciudad.