WASHINGTON. El estadunidense Alan Gross cree que los hermanos Castro ya no tienen las riendas del poder en Cuba ni son relevantes para el futuro de la isla, y está deseando volver a visitar el país donde estuvo encarcelado durante cinco años como “un peón, un prisionero de dos Gobiernos” enemistados durante décadas.
En una entrevista con Efe, el contratista estadunidense, cuyo encarcelamiento en Cuba complicó el acercamiento entre ambos países, opinó que el Gobierno cubano está “fracturado en distintas fracciones que tratan desesperadamente de aferrarse a su porción de un pastel que se desintegra”.
“Los Castro ya no están (realmente) en el poder. No son relevantes para el futuro de Cuba”, aseguró Gross, de 66 años, desde el apartamento en Washington donde vive desde poco después de su liberación el 17 de diciembre de 2014, el mismo día del anuncio del deshielo entre Estados Unidos y Cuba.
El ex presidente cubano Fidel Castro, añadió, “no es un hombre joven, su tiempo es limitado y sus días se han acabado”.
“Él es el pasado. Cuba no puede permitirse vivir en el pasado, y lo sabe”, continuó Gross, para quien el presidente Raúl Castro no tiene “completamente el control, como sí lo tuvo su hermano”.
Gross, un especialista en electrónica contratado por EU para instalar equipos que permitieran el acceso a internet a una pequeña comunidad judía en Cuba, fue detenido en 2009 y condenado en 2011 a 15 años de prisión por lo que el gobierno cubano describió como “acciones contra la integridad territorial del Estado”.
“No fui a Cuba a hacer ningún trabajo de inteligencia. Fui a Cuba para mejorar la forma en que la gente se conecta a internet, como hacen otros tres mil millones de personas cada día”, defendió Gross.
Aunque él nunca percibió su trabajo en Cuba como arriesgado, aseguró que la Agencia estadunidense para el Desarrollo Internacional (Usaid, en inglés), la que le contrató, “definitivamente” sabía que la misión que le encomendaba era ilegal en la isla.
“Creo que el programa de Usaid en Cuba y el programa del Gobierno estadounidense en Cuba durante los últimos 54 años no solo han estado mal, han sido un fracaso abismal”, sostuvo Gross, que llegó a demandar al gobierno por negligencia debido a su encarcelamiento, en un caso que fue sobreseído y que él aún confía en que vuelva a activarse.
“Fui un peón. Un prisionero de dos gobiernos” que son igualmente “culpables del resultado de 54 años de relación amarga”, agregó.
También considera que “el sistema de justicia estadounidense no funcionó de forma eficaz para ‘Los Cinco'” cubanos condenados por espionaje en EU en 2001, de los que tres fueron liberados de una prisión en Florida el mismo día que Gross.
“Creo que a ninguno de nosotros se nos trató de forma justa”, dijo.
Gross, un ferviente defensor del proceso de acercamiento bilateral, irradia energía positiva y no parece amargado por lo que le ocurrió, convencido de que es mejor “centrarse en los próximos cinco años que en los últimos cinco”.
Ahora tiene una empresa de asesoría y se dedica a dar discursos mientras intenta escribir sus memorias, y asegura que volvería a la isla “sin dudarlo”.
“Podría ir a Cuba mañana. No estoy sujeto a ninguna restricción de viaje. El problema es que el Gobierno cubano no me ha dado permiso”, indicó Gross, que ha enviado dos solicitudes a La Habana para “explorar la posibilidad” de que le permitan visitar la isla.
Si pudiera volver, “visitaría a algunos amigos”, volvería a la sinagoga judía que frecuentaba en La Habana e iría por primera vez a una playa en la isla; pero lo que más desea es “dar las gracias” en persona a la madre de uno de sus compañeros de celda que, cada semana, le enviaba un pudin que él siempre acababa probando.
Al contrario que en Washington, donde la gente le para a menudo por la calle, Gross no cree que “mucha gente conozca” su nombre en Cuba, porque, durante su tiempo allí, solo contó “cuatro o cinco veces” en las que se le mencionó en el periódico oficial, Granma.
Además, está convencido de que EU levantará “inevitablemente” el embargo, porque “la mayoría de estadounidenses lo quiere” y “a estas alturas, es algo realmente insignificante”, que no bloquea la capacidad de Cuba de comerciar con el mundo.
Por lo mismo, cree que, sea quien sea el próximo presidente estadounidense, no cortará las relaciones con Cuba, porque habrá demasiada “presión de los negocios y los votantes”.
Trece meses después de su liberación, Gross agradece el poder “caminar grandes distancias en línea recta”, después de cinco años dando diez mil pasos diarios para mantener su fuerza dentro de una celda de cinco metros cuadrados que compartía con dos cubanos.
Durante el primer año, a Gross le interrogaban a diario y asegura que incluso le amenazaron con ahorcarle y arrancarle las uñas, “pero eso no ocurría a menudo, y nunca llegaron a hacer nada”.
Cada día, Gross da un largo paseo por Washington, y a veces, enciende uno de los cigarros cubanos que guarda en un humidificador de madera en su casa. También se ha aficionado al ron -aunque su favorito es de Guatemala- y echa de menos los aguacates de la isla.
A pesar de todo, no cree que su vida “pueda volver a ser normal”.
“Mi vida se volvió surrealista el 3 de diciembre de 2009, y sigue siendo surrealista hoy”, resumió.