LONDRES. Una investigación reveló que la terapia con protones o protonterapia para tratar el cáncer de cerebro infantil es más segura y presenta menos efectos secundarios que la radioterapia.

 

Según publica hoy la revista británica The Lancet, el estudio sugiere que la protonterapia, un tipo de radioterapia externa más precisa que emplea un haz de protones para irradiar el tejido afectado por el tumor, puede no ser tan perjudicial para el cuerpo del niño como la radioterapia convencional.

 

El cáncer cerebral meduloblastoma es el tipo más común de tumor cerebral maligno en la infancia y se desarrolla en el cerebelo, la parte inferior trasera del cerebro.

 

Son tumores que crecen rápido y que, al contrario que la mayoría de tumores cerebrales, se expanden a través del fluido cerebroespinal hacia diferentes zonas de la superficie del cerebro y la médula espinal.

 

El tratamiento convencional normalmente requiere cirugía para extirpar el tumor, así como radioterapia de fotón y quimioterapia.

 

Sin embargo, los pacientes suelen sufrir efectos secundarios significantes como la pérdida de oído (que puede repercutir en el aprendizaje del pequeño y en su desarrollo lingüístico), y consecuencias en el conocimiento y en la función hormonal.

 

También puede perjudicar a otros órganos como el corazón, los pulmones, la tiroides, las vértebras y los órganos reproductores, debido a la exposición de los tejidos corporales en buen estado a las radiaciones.

 

Normalmente, cuanto más joven es el paciente en el periodo de tratamiento, los efectos a largo plazo serán más severos.

 

En comparación con la radioterapia tradicional, la terapia con protones está dirigida para tratar cánceres a los cuales es difícil acceder, con un riesgo más bajo de daños en el tejido que rodea la zona y menos efectos secundarios.

 

La protonterapia apareció en los titulares de las noticias en 2014, sobre todo en el Reino Unido y el resto de Europa, cuando los padres británicos Brett y Naghmeh King sacaron a su hijo Ashya del Hospital General de Southampton, sin el permiso médico, para poder tratarlo con terapia de protones en Praga (República Checa).

 

Por entonces, este tratamiento no estaba disponible en el sistema público de salud del Reino Unido (NHS, en inglés), aunque el NHS después accedió a financiar su tratamiento.

 

Actualmente se están esbozando dos centros británicos de protonterapia en Londres y Mánchester, cuyas aperturas están previstas para 2018.

 

En este nuevo estudio, dirigido entre 2003 y 2009 por la doctora Torunn Yock, del Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos), participó un total de 59 pacientes de 3 a 21 años de edad.

 

La mayoría (55) tenía el tumor parcial o completamente extirpado mediante cirugía, y todos ellos (59) recibieron quimioterapia y terapia con protones.

 

A los tres años después del tratamiento, el 12 % de los pacientes habían perdido capacidad auditiva, cifra que aumentó hasta el 16 % a los cinco años.

 

Los pacientes también mostraron problemas en cuanto a la velocidad de procesamiento y la comprensión verbal, si bien la capacidad de percepción y la memoria a corto plazo no quedaron significativamente afectadas.

 

A los cinco años, más de la mitad de los enfermos (55 %) tenía problemas en el sistema neuroendocrino que regula las hormonas, entre ellas la hormona del crecimiento.

 

No obstante, la investigación no mostró efectos perjudiciales cardíacos, pulmonares o gastrointestinales, comunes en pacientes tratados con radioterapia de fotón.