Nunca he estado de acuerdo con los entrenadores que ponen sus ideas por encima de los jugadores, mucho menos que lo utilicen como herramienta para alabarse. El narcicismo futbolero no va con la época.
El mejor entrenador, del deporte que sea, es aquel que logra adaptarse a las condiciones con las que cuenta y sacarles el mayor provecho posible, y lo mismo aplica para cualquier profesionista: médicos, ingenieros, arquitectos, administradores, etcétera.
Juan Carlos Osorio me parece, ante todo, una persona educada que entiende el tamaño del reto asumido. Si su llegada fue prematura o inmerecida ya no forma parte del debate. La exigencia está ahí y sólo queda esperar y desear que cumpla. Será un camino largo donde habrá juegos cruciales y otros no tanto, como el caso del miércoles ante un rival que mucho se alejaba de ser el verdadero representativo nacional; sin embargo, no podemos establecer queja ni simular molestia porque la mexicana tampoco lo era. Digamos que resultó un experimento para ambos cuadros en el que salió airoso el mexicano (faltaba más). Fue un partido soso y aburrido, donde no cabía el adorno de ninguna naturaleza: quizá los debuts y el hecho de ganar, que siempre será positivo, pero de eso al elogio hay gran distancia, y más aún cuando el piropo tiene como destinatario al emisario.
¿A qué voy? Que me parece fuera de lugar, para no acudir a los calificativos (y mire que caben muchísimos), que el entrenador se presente en la conferencia de prensa para decir que: “el partido se resolvió por el sistema” Sí, así lo dijo, así como lo leen. Va de nuevo: “El partido se resolvió por el sistema. Buscando por las bandas. Me alegro sobremanera que el primer centro de Cándido (Rámirez) terminó en gol.”
No, así no, como tampoco el extremo de auto flagelarse cuando las cosas no salen bien. Todo con medida, dicen, pero incluso cabe más lo segundo que lo primero, ya que a nadie le cae bien una declaración así: ni a la afición, ni a él y mucho menos a los jugadores.
Es muy pronto para adquirir protagonismo, ese llega solito a la luz de las victorias como de igual forma el papel antagónico a la sombra de las derrotas. De tal forma que todo salió mal. Se combinó un juego que resulto bastante malo con el número de aficionados que se dieron cita en la casa de los Marlines; la entrada fue más pobre que las que se registran con el equipo de beisbol y eso lo dice todo.
A eso le agregamos la engañosa publicidad que incluía a jugadores que nunca estuvieron siquiera convocados. El terreno de juego alejado de las tribunas por las condiciones propias de un parque de beisbol y, para terminar, este gesto “sensishito” de Osorio estableciendo que gracias a su visión se logró la victoria. Ya no sé si estuvo peor ésta o la comparación que hizo recientemente entre Tecatito Corona y Neymar. Ya de la elección de capitanes, mejor ni hablamos.
Si de verdad todo deja una enseñanza, habrían muchas cosas que rescatar de aquí al futuro: mejores rivales, sí, pero también equipos mexicanos que se acerquen más a la Selección verdadera. Sé que no siempre vendrán los que quisiéramos ver, y soy de los que piensan que caben estos juegos fuera de fecha FIFA para poder brindar oportunidades que en condiciones normales sería imposible, pero la respuesta de la gente quiere decir bastante. Y por último, sirva esto para entender que eso de adornarse nunca cae bien, menos con esta clase de rivales y con tan poco tiempo en el puesto.