Ruta: Ingolstadt a Neuschwanstein, al sureste de Alemania.
Duración: Al menos tres noches.
Auto sugerido: Audi A4
En el marco del lanzamiento en México del nuevo A4 de Audi, recorremos la región coronada por la marca de los 4 aros, desde el museo de Audi hasta el majestuoso castillo de Neuswanschtein, en la frontera entre Alemania y Austria.
Punto de partida: “Münich, jardines de cerveza, futbol y modernidad”. La gran ciudad del sur de Alemania es el mejor punto de partida para quien quiere conocer paisajes fantásticos y llenos de clichés en la región de Bavaria. Aquí se encuentra Nymphenburg, el castillo que vio nacer al rey Ludwig II. Esta ciudad es hogar también del Bayern Münich, con su arena Allianz y sede del Oktoberfest que llena de cerveza, música, comida y vestimenta bávara a la ciudad, incluidos los extensos English Gardens.
Una visita por el centro de Münich es indispensable, con la Marienplatz de impresionantes edificios ahora habitados por tiendas de diseñadores y pastelerías típicas, y con el edificio del ayuntamiento – Neues Rathaus – de estilo neogótico con figuras en miniatura de personajes bávaros que se mueven al compás del Glockenspiel. Cerca de ahí la iglesia de San Pedro tiene increíbles vistas del casco antiguo de la ciudad y el Viktualienmarkt es uno de los más exquisitos mercados gourmet de toda Europa.
Los museos y edificios históricos con colecciones de arte abundan en esta ciudad. El Münchner Stadtmuseum muestra la historia de la ciudad, el Jüdisches Museum en la plaza de San Jacobo retrata la alguna vez prolífera vida de los judíos en la zona y la Residenz, hogar de gobernantes hasta antes de la segunda guerra mundial y ahora convertida en museo, reúne una de las colecciones más vastas de arte de la región.
Primera Parada: “Nuremberg”: Dos horas hacia el norte, rumbo a Berlín, existen dos imprescindibles visitas, Rothenburg ob der Tauber y Nuremberg. El primero es un pueblo medieval con casonas típicas llenas de flores, techos de teja redonda y entramado de madera, con puentes y plazas empedradas al lado del río, un auténtico set de cuento de hadas.
Nuremberg, por el contrario, está repleta de sitios históricos y de riqueza que muestran el contraste entre la opulencia de una gran ciudad que fuera hogar de numerosos reyes germanos, artistas y magnates de la historia, y la tragedia bélica de uno de los sitios clave en las tácticas de guerra de la Alemania Nazi. Hoy Nuremberg es una vibrante y moderna ciudad en el casco antiguo de una metrópoli llena de historia, cultura, arte y sitios turísticos.
Segunda parada: “Ingolstadt y Dachau: Los contrastes de la maquinaria alemana”. Justo a la mitad entre Nuremberg y Münich se pueden visitar estas ciudades. Quizás Ingolstadt no sea las ciudad más pintoresca de Alemania, pero la casa de Audi es un must para los amantes de los coches. Aquí se encuentran las oficinas centrales de esta marca fundada por August Horch y un enorme museo que rinde tributo a la historia de Audi, con muestras de algunos de sus modelos emblemáticos desde 1909.
De regreso hacia Münich vale la pena una visita al Campo de Concentración de Dachau, o lo poco que los alemanes dejaron intacto de él, que representa de manera perfecta esa mezcla de negación y vergüenza que las nuevas generaciones sienten con respecto a la masacre humana que cometiera el “Führer” durante la segunda guerra mundial.
La última y nos vamos: “Los castillos del Rey Loco en los Alpes”
Como si la majestuosidad de los Alpes austro alemanes no fuera suficiente para despertar todo tipo de fantasías entre picos nevados, bosques verdes, lagos cristalinos, casas coloridas de madera y praderas al estilo de Heidi, en medio de este escenario, a lo alto de la montaña, se encuentra un castillo construido con una importante dosis de locura y un gusto tan magnánimo como surrealista, el castillo de Neuschwanstein.
Y es que pocos personajes de la historia mundial han resultado más excéntricos que aquel genio loco que diseño este y otros dos castillos, el rey Luis II, fan y mecenas de Richard Wagner, amante de la música, del arte y de los hombres, razón suficiente – en aquella época – para que lo declararan demente y lo destronaran, y por lo que él mismo decidiera retraerse de la sociedad pasando gran parte de su tiempo en estos castillos “de campo” que fue decorando y diseñando con extravagante gusto.
Aquí, tres de las propiedades del excéntrico Luis II pueden visitarse, uno es el castillo de Herrenchimsee rumbo a Salzburgo, otro el castillo de Linderhof – más parecido a una residencia de verano con jardines y fuentes-, y el majestuoso Neuschwanstein.
La llegada a este castillo es por sí misma una travesía de cuento de hadas, entre pequeños poblados de casas del siglo XVIII decoradas al estilo Lüftlmalerei de la región de Oberbayern y Tirol, en donde la gente hacía gala de su riqueza a través de dibujar sus fachadas con técnicas artesanales. Estos fantásticos pueblos rodeados de lagos y praderas verdes complementan la experiencia con alguno que otro restaurante Bávaro donde probar una cerveza oscura y con los peculiares rebaños de macizas y robustas vacas de largas pestañas y sonoros cencerros.