Esta semana ONU-Habitat abrió la caja de pandora al proponer para la Ciudad de México la utilización de una herramienta que se ha instrumentado en otras latitudes, el cargo por congestión. El caso más famoso es quizá el de Londres, donde desde febrero de 2003 se estableció un polígono en el que para poder circular en automóvil hay que realizar un pago.

 

Esta idea, en realidad, desde hace algunos años se viene comentando en México no sólo como cargo por zona, sino que algunas vialidades puedan cobrar por su uso. No es una estrategia fácil, porque además de la resistencia social, uno de los retos será delimitar el polígono de manera adecuada. Polanco parecería ser el mejor polígono, ya que es un gran atractor de viajes laborales y cuenta con fronteras más o menos bien trazadas que incluyen a su colonia vecina, Anzures. Los vecinos no pagarían por circular en su zona, pero sí cualquier visitante. Los recursos se utilizan en mejoras a la movilidad y nos despedimos de la congestión.

 

Estoy presentando la idea de una forma muy simplista, en realidad. Londres cuenta con una muy buena red de metro y trenes, así como un servicio de autobuses de calidad. Cualquiera que desee llegar a la zona central en transporte público, puede hacerlo. De hecho, el primer ministro británico, David Cameron, viaja con regularidad en el “Tube”, el metro londinense.

 

Bajo la perspectiva mexicana, sólo el Centro Histórico tiene una cobertura aceptable de transporte público: dos líneas de metrobús, una de trolebús, cinco líneas del metro. El problema es que ciertas rutas de automóvil requieren pasar por el Centro de la ciudad para llegar a sus destinos: por ejemplo, las delegaciones Venustiano Carranza, Iztacalco e Iztapalapa generan miles de viajes que atraviesan el centro para llegar a las zonas empleadoras de Reforma, Polanco y alrededores.

 

En cualquiera de los dos casos que he mencionado, Polanco y Centro Histórico, el cobro por congestión enfrenta un gran riesgo: el transporte público de esta ciudad no está a la altura de sus necesidades, y no va a mejorar durante la presente administración. El Secretario de Movilidad es un político y sus resultados se mantendrán en esa arista, le pidieron sustituir microbuses por autobuses y eso está haciendo, con autobuses que parecen microbuses y cuyo desempeño es prácticamente el mismo. La misión nunca ha sido instrumentar un transporte de calidad, así que no tenemos por qué esperarlo.

 

La congestión seguirá creciendo en la ciudad, lo mismo que la contaminación; la única manera de afrontarlas es con un mejor transporte, independientemente que también deban generarse incentivos para reducir el uso del automóvil.

 

En los últimos años hemos sido un tanto contradictorios en la política pública de movilidad: abaratamos la tenencia pero cobramos parquímetros en algunas colonias y endurecemos el reglamento de tránsito. Al abaratar la tenencia se limitaron los recursos disponibles para mejorar el transporte público, de tal suerte que esta mejora no ha ocurrido al ritmo necesario. Hablar de un cargo por congestión se vuelve, por ahora, un sinsentido.

 

La única forma de hacer viable un cargo por congestión será mejorando el transporte público de la Ciudad de México; de esta forma, quien opte por no pagar encontrará servicios hasta su lugar de trabajo que le sustituyan el automóvil. Como eso no ocurrirá, lo que sí podemos prever es que la agenda de movilidad seguirá generando discusión y confrontación en esta ciudad, cuando menos hasta 2018.