Con dinero y sin él. Con refuerzos o sin ellos. Con las manos metidas de lleno o delegando responsabilidades al por mayor. Con argentinos, españoles u holandeses. Con proyectos hechos en casa o ideologías adoptadas del Primer Mundo. Con desplegados que pasan por el tono retador hasta los que generan lástima.
Con directivos de todos los cortes: ex jugadores, jóvenes, inexpertos o de plano con gente que nada ha tenido que ver con el futbol. El caso es que todos han tenido la oportunidad de subirse al barco y nadie ha sido capaz de encontrar su rumbo.
Todos los extremos. De todos colores y sabores. Errores y horrores. Polos opuestos que van desde Raúl Arias hasta lo que hoy dicen es una propuesta alegre, autoría de Matías Almeyda. Un mundo de propuestas e ideas al que le faltan resultados y números.
Desde puntos de partida completamente nuevos o segundas partes: con el regreso del entonces hijo pródigo José Manuel de la Torre hasta los espejitos importados de Holanda.
Nada en medio del océano sin saber exactamente hacia donde se dirige, o más bien, sabe que la dirección a la que es arrastrado por la marea tendrá como destino final el naufragio, pero con todas las condiciones adversas y con todo y los innumerables errores cometidos se sigue manteniendo a flote, casi milagrosamente, pero ahí está, dando brazadas desesperadas tratando de encontrar tierra firme. Y quizá vuelva a fallar en el intento, pero contará nuevamente con un voluntario que le ayudará a mantener intacta su permanencia en el máximo circuito.
Muchos se han ido con menos, con mucho menos. La lista de desempleo elaborada por Jorge Vergara es extensa y contiene toda clase de nombres, pero todo parece indicar que por el momento no tiene lugar para uno más (conste que dije sólo por el momento).
La suerte de llamarse Matías Almeyda. Esa misma con la que no contaron muchos.
Los números del argentino lo colocarían bajo cualquier esquema en calidad de “insostenible”. Ser antepenúltimo de la tabla general, sin victorias en seis juegos y tener saldo negativo en anotaciones abriría la puerta de salida para casi todos, para casi todos menos para Almeyda.
Hablar de paciencia en Jorge Vergara es hablar de pingüinos en el desierto, lo mismo si planteáramos un escenario con proyectos a largo plazo con esta franquicia. No hay elementos para creer que se tiene fe ciega o que la confianza en el argentino se mantiene intacta. ¿Signos de mejoría colectiva? Mínimos, insuficientes para un diagnóstico alentador. Eso de decir que Chivas juega de manera más alegre no sirve para nada: a nadie le sirve un esquema agresivo cuando la mayor debilidad del equipo está en la contundencia.
Chivas vuelve a encontrar garantías externas, en este caso se las ofrece Dorados de Sinaloa. Se van a salvar, sí, pero no como deberían hacerlo.
No pretendo promover su despido, en lo absoluto, pero establecer que Matías Almeyda estaría fuera de no ser por el equipo sinaloense es una realidad. Seguramente tendrá una química especial en el vestidor y mantiene el espíritu de grupo intacto a pesar de los pesares; incluso algunos dirían que el equipo juega mejor aunque los números no respalden su teoría. Hoy nada le respalda, solo la suerte de llamarse así.
Nos vemos el viernes en la Grada 24.