El papa Francisco visitó esta tarde la tumba de Samuel Ruiz, el obispo al que cariñosamente los pueblos indígenas llamaban tatic, nombre en tzotzil que significa padre, que hoy también le compartieron a él.
El Papa salió de la Curia Episcopal donde esta tarde comió junto a ocho líderes indígenas, en el marco de una intensa agenda en el que los pueblos originarios fueron los protagonistas, para dirigirse a la Catedral de San Cristóbal, sede de una de las diócesis más antiguas de América con 450 años de antigüedad.
Tras entrar en el santuario religioso, se dirigió directamente al lugar donde yace Ruiz (1924-2011), le depositó un arreglo floral y rezó a pie por un par de minutos y en la intimidad.
Luego se acercó a las personas dentro del templo, bendijo y habló con varias de ellas, mientras se escuchaban porras, aplausos y el canto religiosoPescador de hombres, antes de partir nuevamente en el papamóvil camino al helicóptero que le llevará a Tuxtla Gutiérrez donde participará en el tradicional encuentro de familias.
“Nunca imaginó que un papa le viniera a ofrendar una flor”
El obispo Ruiz fue durante cuatro décadas obispo de San Cristóbal de las Casas y un férreo defensor de los derechos de los indígenas. Muchos lo describen como “el caminante, el hombre que recorrió toda la diócesis, que entregó su vida”.
La presencia de Jorge Mario Bergoglio en la tumba de Samuel es “una reivindicación a un obispo que muchas veces fue incomprendido, fue rechazado, sufrió mucho”, indicó el sacerdote jesuita Pedro Arriaga, párroco de San Juan Chamula.
“Yo creo que nunca imaginó que un papa viniera a ofrendar una flor, a encender una candela en su tumba, y nosotros nos sentimos emocionados”, aseguró Arriaga, quien trabajó durante varios años con Samuel.
Viene a la tumba del defensor que sigue vivo
Francisco “viene a encontrarse con la tumba, pero para nosotros como creyentes, Samuel Ruiz está vivo”, agregó.
En vida, Ruiz fue denostado por la jerarquía eclesial y las altas esferas de la clase política mexicana, a quien incluso se señaló como autor intelectual del alazamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994.
El obispo “intervino ahí como mediador de paz, pero nunca como instigador, incluso cuando supo de la violencia que se estaba preparando, la diócesis rompió las relaciones” con el EZLN y se mantuvo al margen, recordó.
“Él logró que en unos días se diera el alto el fuego y comenzaran los diálogos de paz en la catedral de San Cristóbal”, apuntó y añadió que “siguió siempre buscando caminos de reconciliación”.