Es un hecho que a estas reuniones que empiezan a organizarse entre países productores de petróleo no van a invitar a México, simplemente porque hoy este país no tiene nada que ofrecer a un acuerdo que implique reducir la producción.
Petróleos Mexicanos simplemente ha perdido la tercera parte de su capacidad de extracción de crudo por su mala condición financiera y la falta de inversiones en su negocio.
La última vez que México fue invitado a un pacto de estas características fue en 2001, cuando en este país se desperdiciaba la abundancia petrolera.
Sobre el resto de los grandes productores, el mundo financiero reza que tengan la capacidad de ponerse de acuerdo para estabilizar el mercado.
Es evidente que los consumidores que gozan de hidrocarburos a precio de mercado no quisieran ver un incremento en lo que pagan por ejemplo por las gasolinas, pero niveles tan bajos anticipan que en algún momento pueden rebotar de forma importante, lo que provocaría consecuencias inflacionarias.
No hay empresa petrolera en el mundo que no haya ajustado sus gastos y sus inversiones. Las más preparadas resisten mejor y otras como Pemex, en su carácter de empresa del Estado, se enfila a un rescate con recursos públicos.
Esta semana inició con la expectativa de que Arabia Saudita había finalmente entrado en razón y que buscaría un acuerdo al interior del cártel petrolero que encabeza.
Lo que era un rumor se confirmó con el anuncio de un acuerdo histórico entre tres integrantes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y uno exterior. Arabia Saudita, Venezuela y Qatar, con el externo y gran productor Rusia dieron a conocer el pacto.
Pero un acuerdo para congelar la producción en los niveles de enero pasado y condicionado a que otros se sumaran era poco menos que una burla.
En primer lugar, la producción del mes pasado tuvo niveles máximos históricos, además de que los analistas calculan que ya no tienen realmente mucho margen para aumentar más el bombeo.
Esto, aunado al condicionamiento de que otros se incorporen al pacto para que funcione, no es otra cosa que una presión para incluir a Irán en el plan de contención de la producción.
La novedad es que Irán va saliendo de una larga temporada de sanciones que le impidió vender hidrocarburos, al menos de manera legal, y ahora que recién le dieron “luz verde” para reanudar sus negocios difícilmente aceptaría ponerse una “camisa de fuerza”.
Ayer, en la reunión a la que los cuatro firmantes habían convocado a Irán para sumarse al acuerdo de limitación, recibieron un “gracias, pero no gracias” ante su oferta de cerrar la llave.
Y así como es comprensible por qué los iraníes no quieren corrales a su producción ahora que son libres, así se entiende a otros productores que suplican lo contrario.
Es lógico que el desesperado Venezuela quiera pactar, es predecible que Rusia también se sume ante los efectos económicos negativos que tiene en su economía la caída del precio del dólar. Pero ver que Arabia Saudita deje ver un poco de preocupación por lo que sucede con los precios, es el valor adicional que tiene todo lo que ha ocurrido esta semana.
No hay que olvidar que fueron los árabes los que empezaron todo esto de los precios a la baja hace ya 18 meses y que sientan la lumbre en los aparejos y que busquen pactos es algo que hay que dejar como una luz de esperanza para el vapuleado mercado petrolero.