A principio de la semana, el FBI ordenó a Apple que ayude a acceder a la información del iPhone de Syed Rizwan Farook, el asesino de San Bernardino que matara a 14 personas de un centro de discapacitados el 2 de Diciembre pasado. Los calificativos de Tim Cook, CEO de la compañía californiana, dejan muy clara cuál es su postura al respecto de la petición: peligroso, escalofriante, sin precedentes. Cook claramente está en contra de ceder a la petición del FBI, y remata diciendo que está defendiendo la seguridad de sus consumidores, al tiempo que promueve los valores de libertad de la democracia estadounidense.

 

El tema pareciera tener más fondo que el simple hecho de la investigación alrededor del asesino. Tiempo atrás, Apple y el gobierno estadounidense habrían ya tenido su primer desencuentro alrededor de dónde termina la privacidad personal, y a partir de qué punto se vuelve tema de seguridad nacional. Apple tomó la decisión de hacer inaccesible la información de todo iPhone en el 2014 mediante la encripción de sus datos, incluso para ellos mismos, a raíz de los escándalos de filtrado de información de Edward Snowden. El hecho de que empresas como Google y Facebook estén también a favor de Apple, habla de una resistencia de la industria tecnológica por no crear un precedente que abriría camino a indagaciones de información similares que pudieran poner en riesgo la privacidad de los consumidores. (Llama la atención la postura de estas dos compañías, que precisamente compiten en una carrera por capturar cada vez más datos de los consumidores digitales para ofrecer mejores servicios y aplicaciones, -algo muy interesante sin duda-, pero también experiencias publicitarias cada vez más ad hoc, y por ende, hacer más dinero). Datos en su poder sí, pero en el del gobierno no.

 

Volviendo a Apple, si vemos la tradición de secretos con la que históricamente se ha movido, la petición del FBI iría claramente en contra de sus preceptos. Apple siempre se ha comportado de forma muy cerrada, no solo con respecto a la información de lanzamiento de productos, sino a nivel de estrategia, controlando hardware y software de sus equipos, y poniendo condiciones muy estrictas para que los desarrolladores respeten por completo la experiencia de la que Apple dota a sus consumidores, así como la seguridad de los mismos. Cook deja entrever su postura mediante una explicación técnica: crear una forma para acceder a los datos del teléfono, sería abrir “puertas traseras”, dejando abierta la posibilidad de que el ejercicio de violación de información sea replicado por hackers. El simple hecho de que existiera una forma de hacerlo, asegura, es abrir la posibilidad de que ese método caiga en malas manos.

 

Rumores alrededor de cómo se resuelva esta situación hay varios. Uno, creando una solución solo aplicable a ese teléfono. Otra, que el trabajo sea hecho por Apple, sin intervención del FBI y solamente comuniquen a éste la información. En tanto, el caso vive en los tribunales, esperando una resolución, y el mundo tecnológico, sobre todo en Estados Unidos, se debate en serio donde debe terminar la privacidad, para ir en favor de la seguridad nacional.

 

Hasta en la sopa

 

Donald Trump no desaprovecha oportunidad para reforzar su visión ultra conservadora prácticamente en todo, y este tema no fue la excepción. El pre candidato republicado a ocupar la Casa Blanca, dijo, como sería previsible, estar a favor de la postura del FBI, porque se debe privilegiar la seguridad de sus ciudadanos. Pobre Estados Unidos. Tan lejos de Dios, y tan cerca de Donald Trump.