Ruta: Desde Lima hasta el desierto de Ica en Perú.
Duración: Al menos tres noches.
Coche sugerido: Jeep Cherokee
Perú es un país diverso y lleno de enigmas que asombran al viajero más escéptico. Además del famoso Valle Sagrado, que reúne a Cuzco y Machu Picchu, o del exuberante amazonas; la región de Ica ofrece el avistamiento de las enigmáticas líneas de Nazca, la fauna de las islas Ballestas, las dunas de arena del desierto y los viñedos de Pisco, todas estas grandes razones para voltear a ver la zona sur del país andino.
Punto de partida: Lima, la capital del ceviche
La gran capital peruana es el mejor punto de partida, como muchas de las capitales latinoamericanas se ha convertido en un moderno centro urbano y turístico lleno de cultura, arte y movimientos gastronómicos auténticos.
El turista tradicional podrá visitar los típicos sitios como el Palacio de Gobierno, el Convento de San Francisco, el Puente de los Suspiros o el sitio arqueológico de la Huaca Pucllana. Una visita obligada a todos es al museo Larco, con más de 45 mil piezas arqueológicas sobre las distintas civilizaciones peruanas, incluidos los incas.
Sin embargo, quienes quieran vivir como auténticos limeños deberán recorrer los barrios de moda, pasear por el malecón del Miraflores con su Jardín del Amor lleno de esculturas y bancas alusivas a este sentimiento universal, conocer los centros comerciales como Larcomar o el Circuito Mágico del Agua, que es un conjunto de 13 fuentes interactivas.
Como una las capitales más turísticas del mundo, Lima tiene tours auténticos como el recorrido en Bici por Miraflores, el tour culinario de The Lima Gourmet Company o el programa de anfitriones locales.
Más allá de la historia y de esas espectaculares vistas al océano pacífico, lo más sorprendente de Lima es su cocina, que mezcla sabores peruanos tradicionales y modernos, con influencias japonesas, chinas y sudamericanas, dando dan pie a movimientos culinarios como el Nikkei o la cocina Chifa, y que han hecho de esta una de las mejores gastronomías del planeta.
Definitivamente no se debe pasar por alto un tour por restaurantes emblemáticos como la Rosa Náutica, enclavado justo donde rompen las olas del mar; Astrid y Gastón, del padrino del Ceviche peruano, el Chef Acurio; Maido, que fusiona la cocina japonesa con la peruana; Malabar, cocina con ingredientes del amazonas peruano; o Central, del famoso Virgilio Martínez.
Primer Parada: El Pisco y las mini islas Galápagos
Distan muchísimo de ser unas mini Galápagos, pero los peruanos, orgullosos, así las hacen llamar. Las islas Ballestas, a una hora de navegación desde el puerto de Paracas, aun sin ser tan espectaculares como las ecuatorianas, valen mucho la pena para el avistamiento de pingüinos y pájaros Bobos de paras azules. En el trayecto también se observan delfines y diversas especies marinas.
Al regreso de la excursión visita los viñedos de Pisco, de donde surge esta tradicional bebida con Denominación de Origen. Al final del día regresa a la playa de Paracas, que si bien no es la más linda, tiene espectaculares atardeceres, cuenta con extraordinarios hoteles y es una perfecta escala para la siguiente parada: Nazca.
Segunda parada: Las líneas enigmáticas de Nazca
A 30 minutos de Paracas se encuentra el aeródromo de Ica, una pequeña pista desde donde despegan las avionetas Cessna que sobrevuelan las líneas de Nazca. El misterio de estas inmensas figuras delineadas sobre la arena del desierto, descifrables únicamente a unos 2 mil pies de altura y que han persistido por miles de años, mucho antes de que el ser humano tuviera la posibilidad de volar; es, sin duda una, experiencia que vale la pena vivir. El vuelo dura unos 30 minutos y con mapa en mano los pasajeros van identificando figuras de arañas, monos, marcianos y una veintena de figuras milenarias que nadie se explica quién o qué pudo trazar.
La última y nos vamos: Sandboarding en el desierto
Para cerrar con broche de oro, una visita al inmenso desierto de Ica da la oportunidad de perderse entre sus altísimas dunas a bordo de un veloz vehículo 4×4. Los amantes de la aventura disfrutarán enormemente el poder deslizarse cuesta abajo a bordo de una tabla como si estuvieran surfeando sobre una gran ola de arena. Aún para quienes no busquen adrenalina, la opción de acostarse sobre las dunas y ver la inmensidad del cielo, será suficiente para enamorarse de “El Perú”.