Donald Trump celebra cada triunfo en las primarias de Estados Unidos como si hubiera sido ya electo presidente y Hillary Clinton hasta hace unos meses se creía invencible, pero la verdad es que hasta ahora sólo ha habido un mero juego de niños y aún las victorias más aplastantes pueden volverse pírricas.
En rigor, tras las primarias de Nevada, Trump apenas acumula 81 delegados, Ted Cruz y Marco Rubio 17, John Kasich seis y Ben Carson cuatro, pero se necesitan mil 237 para conseguir la candidatura republicana.
Lo cierto es que el proceso electoral se acerca a su momento definitorio, el llamado “supermartes” de mañana , la jornada que concentra el mayor número de votaciones estatales, 11 en este caso, donde es propiamente como se conoce “de qué están hechos” cada uno de los aspirantes.
En este tramo se sabrá si Trump, el estridente empresario populista de derecha, a quien detesta el establishment republicano, es “como lo pintan” o si se trata de un “tigre de papel”, y si el “socialista” Bernie Sanders, una verdadera rareza de la política estadunidense, representa realmente una alternativa para desbancar a la poderosa Hillary Clinton, la preferida por los mandones del Partido Demócrata y la clase política oficialista.
Los jefes del Grand Old Party (GOP), el otro nombre del Partido Republicano, que primero le dieron alas al magnate para incentivar a sus contrincantes y galvanizarlos en torno a una plataforma muy conservadora, no salen de su perplejidad. Crece la frustación y no hallan la forma de parar a Trump, que se comporta como un “chivo en cristalería” y ahora lo apuestan todo por el senador Marco Rubio y al halcón evangelista, Ted Cruz.
Con esa razon, se ha lanzado la apuesta más arriesgada sobre Marco Rubio, más que sobre Cruz para frenarlo. Ambos de origen latino, cubano específicamente, lo que no supone que dejen de ser “más papistas que el papa”, es decir, conservadores hasta la médula como su rival.
Trump venció en la última elección primaria en Nevada como se esperaba, tras ganar New Hampshire y Carolina del Sur, con 12, 19 y 10 puntos de ventaja, respectivamente, pero quedó segundo en Iowa, donde sorpresivamente ganó Cruz. Se dice que históricamente el que gana en los “caucus” o asambleas ciudadanas de New Hampsire y Carolina del Sur, gana la nominación. Sin embargo, al margen de las supersticiones, hay siempre otra lectura.
La importancia de Nevada no era quién ganaría, sino quién se alzaría con el segundo lugar y el triunfador fue Rubio, con 23.9% contra 21.4% de Cruz. Así se rompió el empate y se empieza a perfilar quién es el hombre encargado de frenar a Trump, quien en Nevada obtuvo 44% del voto latino, algo que por ahora parece inexplicable.
Según calculan los expertos Trump, que alimenta la paranoia de la mayoría de los norteamericanos, posee un techo de 35% de apoyo que representa el universo de los descontentos del partido y el 65% restante se inclina más por Cruz o Rubio.
Su juventud, su status de hijo de inmigrantes y su carisma hacen de Rubio una figura mucho más aceptable que podría desafiar a los demócratas y amenazarlos con arrebatarles parte del pastel que representa el codiciado voto latino. A ello se añade una circunstancia inesperada, surgida de la renuncia del retiro de Jeb Bush, miembro de una familia que ha dado dos presidentes a Estados Unidos, cuya cuota de seguidores aparentemente se unió a las filas de los partidarios de Rubio, quien además goza del respaldo de los representantes hispanos de Florida.
Cruz, en tanto, ha adoptado posturas beligerantes y a veces francamente agresivas contra el presidente Barack Obama, pero también contra la propia dirigencia republicana y se ha asumido como un verdadero “cruzado” en el propio senado estadunidense.
Rubio reúne el perfil ideal que quieren los líderes republicanos para enfrentar a una Hillary Clinton que ya cuando comience la verdadera campaña podría hacerle ver su suerte a cualquier republicano, aún el más bragado como Trump, un manojo de contradicciones, cuyos desplantes machistas y racistas podrían perjudicarle.
Sin embargo, la propia Hillary Clinton tendría que hacerse más hacia la izquierda si quiere vencer cómodamente a Sanders, que a pesar de ser “la voz que clama en el desierto”, ha obtenido victorias que no se sospechaba que pudiera lograr, como la conseguida en New Hampshire, donde se colocó 22% arriba de Clinton y se ganó el apoyo de todos los grupos excepto los mayores de 65 años. En Nevada, la ex secretaria de Estado se sacó más o menos la espina y venció con casi cinco puntos de diferencia al simpatizante de los “Occupy Wall Street”. Sin embargo, se reivindicó plenamente en Carolina del Sur, donde este sábado barrió en las primarias venciendo 3 a 1 a Sanders, al acumular 73.5% de los votos, contra 26% de su rival.
Mañana todas las miradas estarán puestas en Rubio y en Hillary, que se cree podrían ser los verdaderos contendientes para las elecciones de noviembre.
No obstante, las sorpresas surgen en cualquier momento y no se descarta que Trump, Cruz y el propio “senador socialista” Sanders surjan como posibles figuras.
Hasta ahora, las votaciones de los primeros “caucus” o asambleas locales de partidos, una suerte de clubes de notables que votan a la antigüita, a mano alzada o con votos en urnas de cartón, sirvieron para dejar fuera a una docena de precandidatos, es decir, para sacudir la cizaña del trigo, pero en el “supermartes”, las cosas se perfilan distinto y sólo quedarán los que verdaderamente traen detrás un respaldo poderoso de sus partidarios, que les garantiza fuertes donaciones a su campaña y manejan un discurso sólido y convincente.
El “supermartes” será el termómetro para medir realmente el puso de los votantes, si bien todavía falta la jornada del 15 de marzo, en Florida, el tercer Estado más poblado del país, con amplia mayoría de personas de origen cubano, donde Rubio podría finalmente consolidarse.
Por supuesto, también la mira está puesta en la última fecha, el 7 de junio, donde se votará en Estados estratégicos como California y New Jersey. Posiblemente cuando ocurra esta última fecha ya se tendrán prácticamente definidos los candidatos listos para ser ungidos en las respectivas convenciones partidistas, pero no se descartan ninguna sorpresa y quizá las diferencias sean muy estrechas. Lo único cierto es que el “supermartes” dirá quién sobrevive a la carrera electoral, que es más de resistencia que de velocidad.