CERRO GUIDO. ¿Y si Suramérica y la Antártida estuvieron conectados por tierra a fines de la era de los dinosaurios, hace unos 68 millones de años, cuando el continente blanco no estaba cubierto de hielo, sino de bosques verdes y praderas?

 

Esta es la hipótesis que trata de demostrar una expedición científica en la Patagonia chilena, donde los dos últimos años se han hallado plantas fosilizadas y restos óseos de dinosaurios que también se encontraron en la Antártida.

 

Los investigadores, coordinados por el Instituto Antártico Chileno (Inach), buscan evidencias de la conexión en la tundra de Cerro Guido, una gigantesca estancia situada más de 340 kilómetros al noreste de Punta Arenas, y cerca de la frontera con Argentina.

Foto: EFE
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El paleobotánico Marcelo Leppe, jefe del departamento científico del Inach y líder de la expedición, explica a Efe que lo más probable es que a fines del Cretácico, poco antes de la extinción masiva de los dinosaurios, una caída de los niveles de dióxido de carbono provocara un descenso de las temperaturas y del nivel del mar que dejó al descubierto la conexión terrestre entre los dos continentes.

 

Esta unión permitió que diversas especies de animales y plantas se desplazaran de un lado a otro en una etapa de la historia caracterizada por las altas temperaturas en todo el planeta.

 

“Durante los dos últimos años hemos encontrado evidencias concretas en la Antártida y en Suramérica, y esta parte de la Patagonia es uno de los lugares claves”, afirma Leppe.

Foto: EFE
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Para los científicos, las pruebas del nexo son contundentes. En 2014 hallaron en Cerro Guido las primeras hojas fosilizadas de Nothofagus, una especie arbórea que se creía confinada en la Antártida y que solo puede propagarse por vía terrestre.

 

También hay especies animales que hicieron el camino a la inversa, como los hadrosaurios, unos dinosaurios herbívoros originarios del hemisferio norte que más tarde se desplazaron a Suramérica y cuyos restos también han sido descubiertos en la Antártida.

 

“Todos estos resultados apuntan a una relación directa entre la fauna que tenemos en Suramérica en este punto austral y lo que hay en la Antártida, y a una conexión terrestre a fines del Cretácico”, apunta a Efe Sergio Soto, paleontólogo de la Universidad de Chile.

 

La comunidad científica ya estableció un nexo terrestre entre los dos continentes hace 85 o 90 millones de años, lo que permitió la evolución de algunas especies de marsupiales y plantas, pero la confirmación de que la conexión se produjo posteriormente, hace unos 68 millones de años, supone un nuevo capítulo en la teoría de la evolución.

 

Marcelo Leppe, del Inach, explica que la teoría clásica de la biología evolutiva afirma que la fuerza conductora del cambio es la deriva continental, es decir, la fragmentación de los continentes, que propicia la evolución de especies de plantas y animales.

Foto: EFE
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Pero los hallazgos en la Patagonia y la Antártida añaden el factor climático (la caída de la temperatura hace bajar el nivel del mar y deja al descubierto los puentes terrestres) a los elementos que empujaron la evolución.

 

“Que una de las fuerzas conductoras de la evolución también haya podido ser el nivel del mar comandado por el clima es algo nuevo, no estaba muy bien demostrado”, sostiene Leppe.

 

También ayuda a comprender la “herencia antártica” de países como Chile, Argentina y Nueva Zelanda, donde algunos de sus parajes replican con mucha precisión el clima y la fauna que había en la Antártida hace millones de años.

 

“Estos países tienen la herencia antártica. Sería fácil meter un dinosaurio antártico en un parque nacional del sur de Chile y estaría en su ambiente”, afirma.

 

La hipótesis de la conexión terrestre contribuye además a conocer la transformación de la Antártida, un continente que con el paso de los años evolucionó de un clima cálido a uno polar, y que estuvo plagado de bosques hasta que se separó definitivamente de América, hace unos 13 millones de años.
“Nos acerca a entender la Antártida como un continente que fue fuente de vida y de evolución de especies, y considerar que esta condición blanca, monolítica, de la Antártida es relativamente reciente”, señala el paleobotánico.