WASHINGTON. La victoria revolucionaria del primero de enero de 1959 puso fin para siempre a los regímenes al servicio de Estados Unidos. El triunfo de la Revolución Cubana constituyó una de las derrotas políticas más humillantes que ha sufrido Estados Unidos a lo largo de toda su historia como gran potencia imperialista.

 

Como consecuencia directa de ello, el diferendo histórico entró en una etapa de confrontación más aguda, que se caracterizó, por parte de los gobiernos de Estados Unidos, por la aplicación de una política de hostilidad y la realización de agresiones de todo tipo con el objetivo de destruir la Revolución.

 

Se abusó de una gran variedad de acciones políticas, militares, económicas, diplomáticas, psicológicas, propagandísticas, de espionaje, la ejecución de actos terroristas y de sabotaje. Estados Unidos rompió unilateralmente sus relaciones con Cuba el 3 de enero de 1961.

 

Ya en ese año y con el gobierno demócrata del presidente John F. Kennedy en el poder se incrementaron las acciones contra Cuba con la puesta de acciones para fomentar la subversión, la ejecución de sabotajes, el asesinato de dirigentes y acciones militares directas.

 

En 1962, y con presiones fuertes, Cuba fue expulsada de la OEA, en reunión efectuada el 31 de enero en Punta del Este, Uruguay y la mayor parte de las naciones latinoamericanas, salvo la honrosa excepción de México, rompieron relaciones con Cuba.

 

Debo agregar que el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, uno de los personajes más controvertidos de los últimos sesenta años, tendrá su cumpleaños 90 el próximo 13 de agosto.

 

Un capítulo grande de la historia del mundo está dedicado a consignar su presencia como guerrillero insobornable contra la tiranía batistiana, como líder patriota defensor de su pueblo ante las agresiones internacionales, y como gobernante revolucionario que, con el indudable apoyo popular, ha podido transformar el rostro de Cuba, isla que por su situación geográfica de interés estratégico, siempre ha sido eje y espolón del devenir del nuevo mundo.

 

Fidel Castro inauguró un nuevo lenguaje en las relaciones internacionales. Su palabra comprometida encendió la hoguera americana. Los conceptos de soberanía nacional, de patria libre, de independencia, cobraron inusitado vigor y fue otro -desde entonces- el destino de América Latina.

 

Fue enorme la hazaña de Fidel Castro quien, junto a Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos y un puñado de jóvenes de barba crecida y espíritu limpio, bajó de la Sierra Maestra para hacer posible el gran viraje histórico en esta parte del planeta.

 

Existen multitud de aristas que habrá que limar al paso de los años, concretamente con los miles y miles de descendientes de cubanos que emigraron a partir de los años sesentas y que se establecieron principalmente en la península de Florida; pero también está la opinión de la juventud que vive en la isla.

 

Estos últimos manifestaron recientemente al diario cubano Juventud Rebelde que “el presidente de Estados Unidos, Barack Obama realizará una visita oficial a Cuba los días 21 y 22 de marzo de 2016. El mandatario estadunidense será bienvenido por el Gobierno de Cuba y su pueblo, con la hospitalidad que lo caracteriza.

 

Será una oportunidad para que el presidente Obama pueda apreciar la realidad cubana y seguir intercambiando sobre las posibilidades de ampliar el diálogo y la cooperación bilateral sobre temas de interés mutuo para ambos países.

 

Por supuesto que para llegar a la normalización de esas relaciones bilaterales tendrían que solucionarse asuntos claves pendientes, incluyendo el levantamiento del bloqueo y la devolución a Cuba del territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval en Guantánamo.

 

La visita del mandatario estadunidense será también una ocasión para ratificarle la voluntad del gobierno cubano de continuar avanzando en la construcción de una nueva relación, sobre la base de la observancia de los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y de los principios de la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, y cimentada en el respeto de las diferencias y en los beneficios mutuos que se derivan de los lazos históricos, culturales y familiares que han unido a ambas naciones y pueblos.