Debe ser un asunto de ideologías, de intereses personales o simplemente de tener las neuronas puestas en cosas diametralmente opuestas, pero no cabe duda que la visión que tienen algunos artistas británicos y estadunidenses -aunque en apariencia pudiera ser semejante por razones culturales- al menos esta semana, ha demostrado que es diametralmente opuesta en cuanto a temas de relevancia se refiere.
Todo esto viene al caso por la reciente celebración del Día Internacional de la Mujer (IWD, por sus siglas en inglés), que sirvió para hacer una comparación entre las maneras de pensar y actuar de dos celebridades británicas que se han convertido en ejemplos a seguir de mujeres fuertes, letradas, inteligentes, independientes y comprometidas, como son Emma Watson y Daisy Ridley, contra la visión más mediocre, banal y materialista de la estadunidense Kim Kardashian y algunas de sus partidarias, como Emily Ratajkowski o Miley Cyrus.
Todas ellas son famosas, admiradas y con dinero, sí, aunque por las razones equivocadas. Mientras el IWD fue celebrado por Watson haciendo activismo en Nueva York en pro de la equidad y los derechos de las mujeres de todo el mundo, a través de la campaña #HeForShe, y por Ridley posteando en su cuenta de Instagram mensajes en el mismo sentido, Kardashian “encendió” las redes con lo que mejor sabe hacer: venderse como un objeto.
La esposa del igualmente deplorable Kanye West publicó una fotografía de ella desnuda, de hace casi un año, que tuvo miles de likes. El problema no es la foto en sí -pues toda mujer tiene derecho de hacer con su cuerpo lo que quiera- , sino que Kardashian no tiene ningún tipo de discurso ético, moral, religioso o de cualquier otra índole para justificar su acción. Ella se ha hecho famosa (aparte de por no hacer nada) por exponer su cuerpo. Desde aquella famosa película porno con Ray J, hasta sus más recientes portadas de revistas en las que aparece desnuda, Kardashian no ha hecho otra cosa más que exhibirse como un pedazo de carne.
Pero, insisto, ninguna de ellas tiene un discurso creíble que justifique su decisión de desnudarse y mostrar su cuerpo. Su intención claramente no es la de emanciparse y que sus desnudos hablen en pro de la imagen femenina, sino la de simplemente crear escándalo y ruido en las redes sociales.
Hace un par de días, Ridley fue trolleada por una mujer quien, a través de un meme, la criticó por “generar expectativas ilusorias” en las niñas y jovencitas por su aspecto (la británica es una mujer muy femenina, pero de complexión delgada, aunque sin llegar a la anorexia, sin un cuerpo voluptuoso), pues “las mujeres de verdad tienen curvas”.
A través de su cuenta de Instagram, Ridley contestó, de manera elegante e inteligente, que no tenía por qué disculparse por su físico, que estaba orgullosa de ser como es, que las “mujeres reales” vienen en todas las tallas, edades y nacionalidades y que es tan “real” como cualquiera, además de que la hace feliz que su personaje de Rey en Star Wars: El Despertar de la Fuerza haya inspirado a niñas y mujeres jóvenes a ser valientes e independientes.
Dos discursos completamente opuestos, expresados por mujeres acerca de lo que es su visión de ser justamente eso… mujeres. Algo anda mal en el mundo cuando la cuenta de Twitter de Kardashian tiene prácticamente el doble de seguidores que la de Watson, pues mientras aquella se volvió famosa por denigrarse públicamente, esta última ha actuado desde niña, estudió una carrera y se ha comprometido a luchar porque a la mujer se le den igualdad de oportunidades en todos los ámbitos.
Llama la atención, entonces, que dos defensoras de los derechos femeninos sean británicas y que las que van en sentido contrario sean de la tierra del Tío Sam. Quizá es casualidad, y por supuesto tampoco es la intención de quien esto escribe el señalar que las primeras son inteligentes y cultas y las segundas no. Existen miles de mujeres estadunidenses que luchas por las mismas causas y son modelos a seguir, pero al menos en los últimos días Kardashian y compañía no le han hecho ningún favor a sus connacionales.
Como mundo, estaríamos mejor con menos Kardashians, Cyrus, Trumps y demás celebridades cuyo nivel neuronal no aporta nada inteligente ni aplaudible, y sí con más Emmas y Daisys. Perfectas no son, pero sus acciones hablan por sí solas y, a pesar de su juventud, se han convertido en ejemplos a seguir no sólo por las mujeres, sino por cualquiera que se enorgullezca de llamarse ser humano.