Pregunté a la secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Mercado, qué haría el gobierno de la capital para combatir la concentración de los contaminantes en el aire.
Su primera respuesta fue política. No desaprovechó la oportunidad para culpar al Partido Acción Nacional de promover amparos en contra del programa Hoy no Circula. No llegan al punto de culpar a la Suprema Corte, pero hay una tendencia de la autoridad local a ponerse del lado de las víctimas.
Cuando le recordé los documentados casos de corrupción en los centros de verificación, donde 600 mil vehículos viejos han conseguido el holograma cero para circular todos los días, invocó la falta de solidaridad de los estados colindantes que carecen de controles de emisiones contaminantes.
Cuando le hice ver que ciudadanos y políticos, todos, respiramos el mismo aire contaminado y que habría que pensar en medidas contundentes no sólo para paliar este gran problema, me dijo lo peor: vamos a buscar medidas consensuadas con los ciudadanos.
Este ha sido uno de los grandes lastres de la Ciudad de México, hacer del ejercicio de gobierno un concurso de popularidad. No tocar a los grupos de poder ni con el pétalo de una decisión legítima de quien fue elegido por una mayoría absoluta de votos.
Tenemos que ver qué hacer en adelante para evitar esos tiempos de las contingencias ambientales de haca casi tres lustros.
Las medidas emergentes apuntan en un sentido peligroso hacia el agravamiento de la crisis en los años por venir.
El escenario hoy con las restricciones vehiculares es de pánico: han regresado a circular 600 mil vehículos que no lo hacían con los controles anteriores y en esta semana de contingencia se está castigando a los autos más nuevos y con mejores medidas anti contaminantes.
Es el mundo al revés. Las personas que hicieron un esfuerzo extraordinario para dejar sus autos viejos y comprar nuevos que circularan todos los días fueron por ahora derrotados.
El riesgo de hacer de esta medida emergente una permanente es que podrían incentivar la compra de autos viejos que servirían como comodines para esos días de restricción.
Ya lo vimos al inicio del programa Hoy no Circula, se multiplicaron las carcachas que suplían al auto principal durante esos días de restricción. Y como está claro que conseguir un engomado para circular diario en la Ciudad de México es cuestión de pocos pesos, pues habría incentivos para tener un auto comodín.
La mayor parte de los días del año la Ciudad de México tiene una mala calidad del aire. Eso es algo que la autoridad tiene claro. Sólo ahora que regresamos a los niveles de aire sucio tan característicos del siglo pasado y que cobra relevancia social es que se ve a la autoridad preocupada.
Un Hoy no Circula generalizado, como existió en los años 90, podría resultar contraproducente porque sólo aumentaría el parque vehicular.
Combatir la corrupción en los centros de verificación ambiental es condición indispensable. Aumentar los estándares de control de emisiones es necesario.
Pero lo primero es ver que el gobierno federal se pueda coordinar con el de la Ciudad de México, con el gobierno del Estado de México, con la autoridad de Morelos, Puebla y Querétaro. Que todos ellos le dejen ver cara de asunto político-electoral y que recuerden que ellos también respiran este mismo aire de ciudad.