Cerca de un millón de habitantes en la Ciudad de México, que ya padecen enfermedades crónicas como asma, son los más propensos a tener problemas de salud serios derivados de la contingencia ambiental de los últimos tres días, según el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Para las personas sanas y no fumadoras, sólo hay molestias soportables.

 

Todos los días, los más de ocho millones de habitantes de la capital del país respiramos sustancias nocivas para la salud que están presentes en el aire y son producto de la contaminación, como las emisiones de los vehículos automotores y desechos que arroja la industria al medio ambiente, de acuerdo con los estándares internacionales.

 

Según un reporte de 2015 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el DF es la tercera ciudad más contaminada de América Latina. En los últimos cuatro días, la ciudad ha enfrentado una contingencia por ozono, el cual -a nivel del suelo- se forma por la reacción a la luz solar que hacen contaminantes como el esmog, o los compuestos orgánicos emitidos por los disolventes y la industria.

 

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año fallecen en todo el mundo 7 millones de personas por enfermedades respiratorias asociadas a la calidad del aire. Sobre el tema, Jorge Salas Hernández, director del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, explicó que los efectos de la contaminación no se notan en el corto plazo; sin embargo, durante las contingencias ambientales se hacen más evidentes.

 

“Cuando la contaminación aumenta, si estamos sanos podemos sentir irritación en la nariz, en la garganta, tos y flemas: síntomas que no teníamos y que podrían aparecer de forma leve. Es diferente para quienes padecen enfermedades respiratorias crónicas, como el asma, pues respirar contaminantes puede ocasionar que su enfermedad se descontrole, aumenten los síntomas y si no se atienden, pueden desencadenar en una crisis”, refirió Salas Hernández.

 

Si bien es complicado saber si la contaminación ha disminuido la capacidad de los pulmones para respirar (lo que incluso puede pasar desapercibido) el efecto más común que tiene el respirar contaminantes es que se irritan las vías respiratorias (garganta y nariz, por ejemplo).

 

Cuando hay crisis, ésta se expresa con ruidos en el pecho, sensación de dificultad para respirar, aumento en la tos y en la producción de moco.

 

Si bien muchas personas han optado en los últimos días por utilizar cubrebocas para intentar reducir la cantidad de contaminantes que respiran, Salas Hernández explicó que esta medida no sirve de mucho pues la contingencia de estos días no es por partículas en el aire, sino por gases. Lo que sí se debe hacer es evitar fumar en espacios cerrados, para no contaminarlos también, y limitar al máximo las actividades al aire libre.

 

 

“Depende del tiempo de exposición de una persona al aire libre, el tiempo que haya estado en la exposición, su estado de salud previo, si es fumador, si ha tenido recientemente alguna infección y apenas está recuperándose. Más bien, quienes tienen riesgo de descontrol son quienes tienen enfermedad crónica por eso tienen que estar atentos, llevar su inhalador y ante el menor descontrol, acudir al médico”, explicó.