México tiene apenas 2.8 donantes por millón de habitantes, mientras la media en Latinoamérica es de 6.5, señaló el investigador universitario Ricardo Trujillo Correa.

 

El especialista explicó que la población mexicana no dona sus órganos al morir por su tradición cultural de irreverencia y desparpajo frente a la muerte, el temor a un ser divino, la desinformación y la irresponsabilidad para pensar a futuro, entre otros factores.

 

Indicó que España, con 35 mil donadores por cada millón de habitantes es líder en ese rubro a nivel mundial, de acuerdo con la Tercera Consulta Global sobre Donación de Órganos y Trasplantes elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Consejo de Europa.

 

En tanto, añadió el especialista de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Argentina, Uruguay y Colombia encabezan la lista entre las naciones latinoamericanas.

 

En el caso de México mencionó que según la encuesta de Parametría de abril de 2012, en ese año al menos 59% de la población estaba a favor de la donación de órganos, porcentaje que se movió sólo un punto respecto a la serie histórica indicada en 2004.

 

El estudio refiere que el porcentaje de quienes se expresan contra esa práctica aumentó de 16 a 31%, mientras que la opción de “ni a favor ni en contra” disminuyó, lo que indica que más personas toman postura respecto al tema y lo hacen en contra.

 

Trujillo expuso que la donación es sólo una de las múltiples formas donde la falta de responsabilidad con la comunidad, la mortalidad y el tiempo futuro se presenta en el mexicano.

 

“Como dice (Juan) Villoro, somos un pueblo que mira con orgullo su pasado, pero olvida (o no quiere) mirar hacia su futuro, por lo que no pienso en la responsabilidad, en prevenir o en planear mi vida.

 

“Mucho menos en la muerte, pues implica ocuparme de los semejantes más allá de mi presente, siendo esto un estilo cultural de vida diferente al que construimos históricamente”.

 

Asimismo, “entraña un ejercicio de reflexión sobre nuestra propia mortalidad, cosa que preferimos evadir con una tradición festiva o con el famoso ahí se va, luego le pienso.

 

Y es que no sólo es lo que voy a donar, sino todas las preguntas que surgen de ello como una experiencia personal: ¿qué implica donar mi cuerpo?, ¿mis ojos, corazón, hígado se los voy a entregar a otra persona?, socialmente debo decir que sí ¿pero en el fondo estoy preparado psicológica y culturalmente?

 

Además, “¿cuáles son las implicaciones religiosas?, ¿me iré al cielo completo o en partes?, ¿podemos ofertar algo que no me pertenece, sino a un Dios?.

 

Consideró que todos son cuestionamientos que no son resueltos en el sentido común, y las condiciones culturales y educativas no están dadas para ello, pues el mexicano se resiste a este ejercicio dentro de su vida cotidiana”.

 

Ricardo Trujillo aseveró que la educación y la información son importantes, pero insuficientes, para revertir esa problemática, pues es un conflicto de idiosincrasia nacional, ante lo cual también se requiere la reflexión social con el involucramiento de figuras de autoridad pública y comunitaria.