La Ruta de la Seda solía comenzar en Sian. Desde tiempos remotos, las más preciadas mercancías salían de ese punto hacia el oeste, años en que toda mujer europea que pretendiera elegancia debía de ataviarse con esas suaves telas. Es la misma Sian (también escrita Xi´an y que puede traducirse como “Paz Occidental”) que exhibe a los imponentes Guerreros de Terracota.
Ahí, en el estadio Shaanxi, se disputó este martes un partido que a simple vista tenía poco interés para los ajenos, pero que seguramente mantuvo en vilo a la FIFA: la selección china, la que mayor relevancia económica tiende a cobrar, enfrentaba a la qatarí, otro frente con amplias reservas –ya exploradas– a disposición de los dueños del futbol.
El denominado Lóngzhī Duì (Equipo Dragón) llegó a esa jornada final con altas posibilidades de ser eliminado de Rusia 2018, pero su inesperado triunfo y consiguiente avance a la tercera ronda eliminatoria, ha sido un respiro no sólo para sus aficionados.
Un poco de contexto. Desde hace tiempo, el consorcio Wanda deseaba convertirse en uno de los ocho patrocinadores estelares de la FIFA. Según admitió su presidente, Wang Jianlin, fue el escándalo de corrupción lo que les abrió las puertas unos días atrás: “Probablemente hace dos o tres años, compañías chinas o asiáticas no habrían tenido oportunidad de patrocinar a la FIFA, por mucho que hubiesen querido. Pero como algunas empresas occidentales se salieron, pudimos tomar ese sitio”. Se estima que pronto se añadirán a Wanda en ese exclusivo club de ocho sponsors, otros dos conglomerados chinos (quizá el gigante Ali Baba).
Del súbito interés de este país, ya hemos hablado en otro texto: el presidente Xi Jinping ama al futbol como pocos mandatarios de esa relevancia lo han hecho. Siendo su prioridad desarrollar este deporte, los principales empresarios chinos han entendido el mensaje y de pronto invierten millones para consolidar su liga (los fichajes de Jackson Martínez, Ezequiel Lavezzi, Gervinho, Alex Teixeira, Ramires); al tiempo, la práctica del futbol ya es obligatoria en los colegios y se instalan veinte 20 mil nuevos centros para desarrollar promesas.
Justo el esquema de detección temprana de talentos que convirtió a China en reina de disciplinas como los clavados, ahora pretende ser aplicado al futbol, con un triple deseo del líder Xi como indicación: calificar a China al Mundial, albergar por primera vez el evento y ganarlo cuanto antes.
¿Qué habría sido de esa voluntad de perder o empatar los chinos con Qatar? Que al menos de aquí a seis años, no se habría cumplido el más elemental de sus anhelos futboleros, que es estar en Rusia 2018.
Como sea, sigue pareciendo difícil que los chinos (ranking 96) se metan a la Copa del Mundo. Por mucho dinero y voluntad política que se ponga, su juego continúa lejísimos del de potencias de la región como Japón, Australia, Corea del Sur, Irán, Arabia Saudita.
En Sian, ese punto de inicio de la ancestral ruta de la seda, podemos fijar el inicio de esta nueva ruta de los millones. Wanda, Ali Baba, el que sea que tenga dinero y afán de agradar al camarada Xi, puede aliviar a la FIFA cuando más lo necesita. Falta que el cuadro chino se logre incorporar a la festiva hilera de ese baile del dragón y sobreviva a lo que sigue en esta eliminatoria.