El colmo de quien necesitaría cinco vidas para despilfarrar su fortuna, es sufrir problemas precisamente por no querer pagar un dinero que tiene en cuantiosa sobra.
En esa descripción entra la mayoría de los nombres revelados en la filtración panameña, sí, pero ningún caso más llamativo que el de Lionel Messi por una razón: la ultra-conocida procedencia de su capital. Ni fondos obscuros, ni relaciones políticas, ni desvíos, ni negocios ilícitos: su patrimonio se ha elevado exponencialmente a cambio de meter goles, hacer comerciales y abanderar marcas, tal como han podido atestiguar miles de millones de habitantes del planeta.
Tribute o no, con ingeniería fiscal o sin ella, con mayor o menor gravamen, para Messi resulta indistinto: sus ingresos y el valor de su nombre garantizan vivir a todo tren a varias generaciones de sus descendientes.
Por ello es inevitable preguntar: ¿pero qué necesidad? Y a eso habría de responder la gente que le rodea, porque estoy convencido de que el cinco veces Balón de Oro no entiende lo que es una empresa offshore, ni los porcentajes que le obliga a pagar el fisco español, ni cómo ha de declarar impuestos, ni siquiera (me atrevo a afirmar) la cantidad precisa que ha amasado.
Unos meses atrás, al comparecer ante la Fiscalía en Barcelona, Messi dejó una serie de frases que resulta importante retomar ahora: Primero, “yo sólo sé lo que hice a final de año, no sé a dónde va la plata”. Segundo, “firmo lo que me dice mi papá que firme, ni miro ni me fijo ni pregunto”. Tercero, “yo no miro lo que firmo, si lo dice mi papá firmo con los ojos cerrados”. Así de claro y no veo razón para desconfiar de lo que dice, porque tiene sentido: él juega futbol; él se ocupa de entrenar y mejorarse deportivamente; él deja todo eso en manos de quienes, en teoría, tendrían que hacerle la vida más fácil y se la han hecho más complicada, de quienes deberían permitirle limitar su concentración a jugar, pero que, en cambio, ahora le generan escrutinio legal, difamación, distracción.
Un futbolista intachable, como él, no tendría porque estar pasando por esto, ni ser sentado a declarar ante jueces, ni aparecer en desmentidos como los que publicaron hoy tanto el Barcelona (“El club confía en los argumentos que ha hecho públicos hoy mismo, en un comunicado, la familia de Messi”) como su equipo legal (“siendo falsas e injuriosas las acusaciones de haber diseñado una nueva trama de evasión fiscal e, incluso, de crear una red de blanqueo de capitales”).
Como se ha repetido hasta la saciedad en las últimas horas, no es ilegal abrir una cuenta de este tipo; lo ilegal puede ser la procedencia del dinero o su no declaración. En ese sentido, se ve mal que el Papel Panameño de Messi esté fechado un día después de la apertura del juicio español en su contra.
Abogados irán y vendrán. Lo único indiscutible es que el Círculo Messi ha llevado al futbolista ante una situación absurda: él, que tiene infinitamente más dinero del que jamás pudo sospechar y mucho menos podrá gastar, padece por presuntamente no haber cumplido sus pagos ante la Agencia Tributaria.
Esos goles que tendrían que haberse traducido en una absoluta tranquilidad, hoy se han traducido en un problema que ya dura un rato y tiende a complicarse.