COPENHAGUE. La Justicia noruega condenó al Estado por “trato inhumano” en prisión al ultraderechista Anders Behring Breivik, autor de los atentados de 2011 en este país, aunque considera que no ha violado su derecho a la vida privada.

 

El tribunal de primera instancia de Oslo consideró “probado por encima de cualquier duda razonable” que se ha violado el artículo 3 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que prohíbe la tortura y el trato inhumano o denigrante, en los casi cinco años en que Breivik ha permanecido encerrado en régimen de aislamiento.

 

Y aunque considera que la absolución en el otro punto, al que otorga igual importancia, permite afirmar que Breivik no ha ganado el caso, obliga al Estado a pagar la parte de las costas del juicio del ultra (unos 35,700 euros), lo que supone una victoria moral para este después de años de quejas y otro intento fallido de denuncia.

 

La existencia del aislamiento no debe impedir que Breivik, al que solo se le permite contacto en alguna ocasión con el personal de la cárcel, pueda relacionarse con otros presos en régimen de máxima seguridad; ni que las entrevistas con gente externa a la cárcel sean siempre a través de un vidrio de seguridad, señala la sentencia.

 

El ultra noruego no muestra daños visibles por el régimen, aunque las jaquecas y la apatía recogidas en informes internos apuntan a que hay “un peligro mayor” de que minimice sus problemas para mantener su imagen de líder a que finja.

 

Marius Emberland, uno de los dos fiscales que defendió al Estado, admitió estar “sorprendido”, pero aplazó cualquier decisión sobre la apelación del fallo a haberlo leído detenidamente, mientras que el abogado de Breivik, Øystein Storrvik, anunció que no recurriría y pidió que cese el aislamiento de su defendido.

 

Breivik fue condenado a 21 años prorrogables de forma indefinida por hacer estallar en el complejo gubernamental de Oslo el 22 de julio de 2011 una bomba, que mató a ocho personas. Justo después se trasladó en coche a la isla de Utøya, al oeste de la capital, donde perpetró una matanza en el campamento de las Juventudes Laboristas, donde murieron otras 69 personas.