En las antiguas civilizaciones precolombinas unas de las prácticas comunes eran los sacrificios humanos. A pesar de que antropólogos e historiadores explican que las culturas realizaban estas ofrendas por un sentido religioso, un reciente estudio revela que los sacrificios humanos tenían otro trasfondo: sentar las bases de las jerarquías sociales.
Colocar a un hombre en una piedra, alzar un cuchillo, y clavárselo para sacar el corazón y ofrecerlo a los dioses, fueron rituales que describieron los españoles en sus cuadernos de notas cuando llegaron al nuevo mundo.
En la investigación publicada en la revista Nature, realizada por científicos de las Universidades de Auckland y Victoria de Wellington, ambas de Nueva Zelanda, analizaron 93 culturas tradicionales austronesias, es decir, hablantes de una familia de lenguas presentes en África, Asia y Oceanía.
De ese universo de comunidades, los expertos eligieron a las que practicaban sacrificios humanos y estudiaron cómo lo hacían y en qué manera afectaba la organización de la civilización.
Una vez con los resultados, procedieron a clasificar las culturas en: igualitarias, moderadamente estratificadas y muy estratificadas, con base en la presencia o ausencia de jerarquías sociales y la tasa de movilidad social.
Los resultados evidenciaron que el proceso de matar a una persona en honor a un Dios contribuyó a crear y generar divisiones sociales, lo que se traduce en que los estratos fueran más fijos.
Por ejemplo, si un hombre era campesino tenía pocas posibilidades de ascender en la pirámide; en tanto, las élites – sacerdotes, líderes o la nobleza-, se beneficiaban de sacrificios humanos porque les servía para mantener o asentar su poder e incluso proclamar su divinidad frente al resto de la población.
El estudio enumera varias técnicas para los sacrificios humanos como aplastar a la persona con una canoa recién construida, o hacer rodar a alguien por el techo de una casa y luego decapitarlo.
El aporte de esta investigación representa un nuevo apunte sobre el control social en las antiguas civilizaciones. En ese sentido, vale la pena recordar las crónicas de Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, donde relata:
“Y cuando habían bailado, luego les ponían de espaldas encima de unas piedras algo delgadas, que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal los aserraban por los pechos y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a sus ídolos… los cuerpos dábanles por los pies por las gradas abajo, y estaban aguardando abajo otros indios carniceros, que les cortaban brazos y pies, y las caras desollaban… y se comían las carnes con chimole” (mejor ahí le paramos). (Con información de Nature y The New York Times)