Iba camino a su trabajo a las 9 de la mañana, utilizando como medio de transporte la línea azul del Metro, en dirección a Taxqueña. Sin que hubiera demasiada gente en el vagón, abordado en la estación Tacuba, sintió la presencia excesivamente cercana de un hombre. Algunos minutos después de que la incomodidad empezara, la chica sintió algo rozando su mano. Era el pene erecto del hombre que había decidido invadir su espacio. Esta historia, real, fue publicada en el sitio de contenidos especializado en temas femeninos, Actitud FEM. Otra experiencia parecida, se denunció en Facebook hace unos días, donde la chica que fue víctima tomó una fotografía su pantalón lleno de semen que circuló en la mencionada red social, tras la eyaculación que un hombre llevara a cabo también en el transporte público. Y ni qué decir, del sonado caso donde la periodista estadounidense, Andrea Noel, denunció el abuso de un estúpido que hoy parece tener nombre y apellido (aún no confirmado), y quien decidiera levantar su falda y bajar su ropa interior en plena vía pública.
Internet está cambiando la forma en que denunciamos el acoso sexual, y eso es una muy buena noticia en una sociedad que se delata ante el creciente número de casos expuestos en diferentes plataformas digitales. Para muchos puede no ser una sorpresa; para quienes lo dudaban, Internet está mostrando el mundo profundamente misógino, irrespetuoso y vulnerable al que se enfrentan las mujeres.
En el sitio de Noticias que tengo el honor de dirigir, un talentoso grupo de editores decidió crear una sección dedicada al tema. Mi única petición fue que lejos de que dejáramos enfriar el tema, ante los típicos ciclos de noticias, hiciéramos lo posible por mantenerlo en la agenda. Con las plataformas digitales, tenemos en verdad la posibilidad de exhibir cada día más este tipo de agresiones y eventualmente, poder influir en el curso legislativo, el sistema de justicia, y hasta el comportamiento social que por décadas ha sido indiferente e incluso cómplice de situaciones que no son nuevas pero que hoy tienen la posibilidad de ser conocidas por más gente.
El tema, lamentablemente, no parece ser exclusivo de nuestra sociedad. Me llamó mucho la atención (y he de decir que me animó a escribir este artículo), el haber encontrado un texto en el sitio de tecnología Mashable, que hace referencia exactamente al mismo fenómeno: “The Internet has transformed the way we confront sexual harassment” (Internet ha transformado la forma en que enfrentamos el acoso sexual). Mashable hace un recorrido por diferentes casos en épocas donde las redes sociales no existían, y lo difícil que era para las mujeres tener que debatir verdad contra verdad, contando una y otra vez situaciones de mucho desgaste emocional. Mashable remata con la misma conclusión que aquí expongo: las redes sociales e internet en general, pueden no resolver el problema del acoso sexual, pero sí son una avenida alterna de comunicación para denunciar.
Ojalá cada vez leamos más casos de estos en las redes sociales, no porque se presenten con mayor frecuencia, sino porque eso significará que más gente ha decidido salir del silencio que típicamente se mantenía en estas situaciones. Pero sobre todo, ojalá que cada vez crezca más la indignación y la condena social hacia estos comportamientos. Sé que hay quien piensa que no es correcto exponer este tipo de situaciones, y acarrear tal nivel de apedreo público, sino debieran aclararse ante las instancias correspondientes que para eso están. Pero mientras tengamos un sistema de justicia, autoridades, y una sociedad profundamente machista y misógina (basta con ver los insultos propinados a Noel tras su denuncia), Internet será una válvula de escape para denunciar estas situaciones. Y quizá solo así, se detonen acciones necesarias para establecer una nueva forma de relacionarnos como sociedad, y en este caso puntual, con las mujeres.