Eran las 10 de la mañana del lunes 25 de abril. Su Majestad el Rey don Felipe VI esperaba con una sonrisa forzada al primero de los líderes de las fuerzas políticas para ver si alguien podía formar gobierno.
Entre ayer lunes y hoy martes, Felipe VI ha tenido que ver de nuevo las mismas caras de los mismos líderes, de los mismos partidos, con las mismas siglas. Ha escuchado los mismos discursos, los mismos razonamientos, los mismos malentendidos. Ha apretado las mismas manos y ha mirado a los ojos de las mismas personas. Ha visto, en definitiva, que ningún político en España es lo suficientemente generoso como para dejar paso a que haya una gran coalición para formar un Ejecutivo estable.
Por eso, cuando le vi entrando en la Sala Noble del noble Palacio atisbé a un monarca joven, pero cansado de tener que bregar como si fuera un torero al que le ha tocado todo un lote de Miuras o de Piedras Negras. Eso sí, todos guapos, todos bien presentados, como los toros; pero también todos difíciles de lidiar.
El cansancio de Felipe VI no refleja más que el de toda la opinión pública española que ve asombrada cómo nos abocamos de nuevo en unas elecciones el próximo 26 de junio. Y todo ello por el poder, el dichoso poder de no moverse de la silla, de la falta de diálogo, de la ausencia de negociación, de la distorsión del entendimiento; y todo ello por no moverse de donde están, despreciando a una ciudadanía desgastada de impuestos y desazonada de sus políticos. Y esto tiene que cambiar, no queda más remedio.
Si el resultado de las elecciones del 26 de junio es parecido al del 20 de diciembre pasado –y es lo que pronostican todas las encuestas- nos encontraremos con la misma situación de bloqueo. Entonces, ¿qué pasará? ¿Seguiremos en un país maniatado donde no se pueden sacar adelante ni sus leyes ni sus presupuestos, porque un grupo de ineptos políticos no se ponen de acuerdo?
¿Quién va a fiarse de un país que ha sufrido una recesión de casi una década? ¿Quién va a fiarse de un país que, además, ahora no da ningún margen a la confianza? ¿Quién está interesado en invertir en España cuando no sabemos qué es lo que va a venir?
No me extraña que el Rey tenga esa cara circunspecta y haga el gesto de atisbo de intento de desanudarse ligeramente su impecable corbata azul. Aunque él sabe que no puede, precisamente porque es el Rey, el único que parece que tiene sentido común y de Estado en este país.
Pero el cansancio es mayor que la espera. Digo yo que de entre 46 millones de españoles, haya 100 señores que sepan gobernar este país sin mayor prestación que servir de verdad a la ciudadanía.