Meses después de haber regresado del más allá, la atleta mexicana Guadalupe González ensaya su rara habilidad de hacer piruetas al borde de los precipicios, confiada en usarla en agosto en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
“Me entreno para ganar algo en Brasil y si me toca caminar al lado de las que hacen 20 kilómetros en 1h 24, lo voy a hacer; allí el clima será caliente y yo aguanto calor, lo cual me puede ayudar“, aseguró en entrevista a Efe la campeona de los Juegos Panamericanos.
La joven de 26 años protagonizó en julio pasado la historia más dramática del deporte mexicano en el 2015. A falta de un kilómetro de la meta de los Panamericanos de Toronto, su andar se volvió cansino, comenzó a dar tumbos a la derecha y aunque le alcanzó para llegar a la meta en primer lugar, al pisarla sufrió un colapso.
Los Juegos parecieron paralizarse por unos instantes. Los signos vitales de la chica sufrieron alteraciones severas y hasta sus rivales pidieron por su salud cuando permaneció inerte en la cama portátil donde le pusieron sueros y la reanimaron.
“Mi último recuerdo fue el de una voz que me ordenaba retomar el camino cuando, deshidratada, me desvié a la derecha; al pasar el kilómetro 19 ya me sentía muy mal y solo le pedí a Dios poder acabar. Cometí errores al hidratarme y aunque aquello fue duro doy gracias porque lo aprendido me servirá en los Olímpicos”, dice.
En su adolescencia “Lupe” fue una buena boxeadora de peso paja que exhibía gran velocidad de manos y piernas, pero en la báscula daba ventajas a las rivales y debió emigrar a otro deporte. Entonces comenzó a entrenarse para la prueba de los 400 metros planos.
Su mejor tiempo en la vuelta a la pista fue de apenas 58 segundos; demoraba para avanzar y sus sueños de velocistas murieron antes de crecer cuando sufrió una lesión en la rodilla derecha.
“Un médico me recomendó trabajar los músculos contrarios a los de la carrera, me puse a hacer caminata y en una competencia de cinco kilómetros hice un buen tiempo. Yo quería ser campeona de 400 como Ana Guevara y la marcha no me gustaba, pero me convencieron”.
En abril del 2013 cubrió los 20 kilómetros en 1h 37:04, en Veracruz, en febrero de 2014 mejoró a 1h 33:42, y el 3 de mayo de aquel año, en la tercera competencia de su vida, implantó plusmarca mexicana con 1h 28:48 en la Copa del Mundo de Taicant, China.
“Fue mi primer viaje en avión, era como una niña, todo me sorprendía. En los finales me sentí mal, me echaron agua en la cabeza y me desperté. Entonces cerré y cuando vi el tiempo no lo pude creer”, cuenta.
Su entrenador dice que González todavía acumula pocos kilómetros en sus piernas, pero está lista bajar de 1h 28 y si hay buen clima, puede conseguirlo en la Copa del Mundo de Roma del próximo 7 de mayo. El técnico sostiene que a pesar de su anatomía de apenas 45 kilos, la mexicana es fuerte y posee un talento excepcional.
Sin embargo, las principales herramientas de la atleta son la fuerza de mente y una especie de sexto sentido para buscar metas difíciles. “Ojalá dejen ir a las rusas a los Juegos Olímpicos, y que estén las mejores chinas, las italianas más veloces y las demás buenas porque yo quiero ganar algo allí contra las duras”, asevera.
Hasta hace poco Guadalupe asumía su deporte como una obligación, pero después de su marca en Taicant y del oro de los Panamericanos ha aprendido a disfrutar su oficio de caminante y en sus momentos de soledad imagina que su breve cintura se mueve con la mejor técnica y es protagonista en Río.
No va a estar entre las favoritas en los Juegos Olímpicos, sin embargo con eso de que los tiempos de su marchan bajan sin hacer ruido, será bueno tomarla en cuenta.
“Dice mi entrenador que para los Juegos de Tokio 2020 pasaré por mi madurez como atleta, pero en mi mente solo existen los Olímpicos de este año”, insiste, confiada en su buen tino para caminar por los pasamanos de los puentes, lo que en su caso quiere decir competir sin evadir los riesgos contra las grandes.