Esther Díaz tiene 30 años, vive desde hace poco más de cinco años en México y por su trabajo está muy involucrada con el medio ambiente. Para ella, la maternidad no es una opción no sólo porque nunca ha experimentado el deseo de ejercerla, sino porque en un planeta devastado por el hombre y al borde de guerras por agua y comida, considera que no es factible traer más niños al mundo.
Desde que era estudiante descubrió que muchas compañeras no sólo deseaban ser madres, sino que fantaseaban con el número de hijos que querían tener e incluso con sus nombres; ella se sentía distinta. Después tuvo sobrinos y aunque jugaba y convivía con ellos, el deseo de ser madre no se le despertó jamás; pero fue hasta que se involucró en temas del medio ambiente, cuando decidió que definitivamente el mundo no está para más personas.
“Cada vez voy viendo más el mundo que tenemos y el mundo que nos espera. Soy bastante catastrófica, se nos viene algo muy gordo y yo no quiero tener un niño al que le digas que los países están en guerra por el agua, por hambre y falta de alimentos. No se me hace que siendo 7 mil millones de personas que habitan en este mundo, yo tenga que contribuir a poner más”.