Agradecidos con Tigres por haber entregado la corona como el campeón que aún es. Abrieron el sarcófago donde todos lo metimos después de la ida para entregar decorosamente la eliminatoria. Lo hicieron con futbol, garra, entrega y calidad.
Agradecidos igualmente con Monterrey por recuperado el aliento y la memoria futbolística, esa misma que los ubicó como los mejores en la tabla general.
Total que nos regalaron un Clásico bien regio donde sobró futbol, garra, entrega, emociones y calidad, lástima que al final faltó categoría.
Estar familiarizados con los exabruptos del Tuca no quiere decir que debemos pasarlos por alto o peor aún, justificarlos.
Nunca estuve de acuerdo en que no permitiera transmisiones en vivo de sus conferencias de prensa. Y todo nació por las duras críticas que recibía al utilizar un lenguaje inapropiado cuando dirigía a Pumas. Entonces su exigencia fue: ustedes graben y luego editan para quitar todas las groserías por las que me critican.
No es que nos asustemos: todos mentamos madres y a todos nos sale fuego por la boca, pero se trata de saber reconocer el lugar apropiado para decirlas, o al menos ubicar los inapropiados para reservárnoslas.
Total que se enojó porque en sus conferencias de prensa acostumbra cederles las primeras preguntas a las mujeres, y uno de los reporteros presentes tomó la palabra “sin autorización”, lo que provocó la desbordada reacción de Ferreti; pero sus gestos de caballerosidad no tienen que ser directamente proporcionales a las faltas de respeto con los de su mismo género.
Podemos entender la rabia que genera la eliminación de una Liguilla, pero nunca aceptar esta clase de gestos, y ya metiéndonos en el asunto arbitral, que parece haber encontrado en esta etapa de crisis su estado natural; también deberíamos de quitarnos de la cabeza que los árbitros salen con la firme idea o convicción de perjudicar intereses particulares o generales. El arbitraje mexicano está muy lejos de sus niveles de excelencia, pero hablamos de un tema de incapacidad no de mala voluntad.
Y en estos claroscuros que nos regala el arbitraje mexicano, todos esperando con enorme suspenso lo que haría Roberto García Orozco en el Azteca.
Guillt Peña cerró su campaña tal y como la inició; como el gran villano, y si bien no podemos centrar en él la gran responsabilidad de la eliminación, ciertamente al equipo le costó trabajo recuperar el estado anímico y es sin duda, la jugada que marca el rumbo. Y que tan triste y decepcionante había sido el Guadalajara en los últimos años que una eliminación en cuartos de final ante América no tiene los tonos dramáticos de otros tiempos.
Ciertamente su recuperación es digna de reconocimiento pero en esta clase de equipos la exigencia debe ser permanente y el gran reto es encontrar continuidad en el trabajo encabezado por Matías Almeyda, y en eso, no hay ninguna garantía tomando en cuenta el historial rojiblanco.
Al final, América es un equipo que posee jugadores mucho más determinantes de los que tiene Chivas, y que por encima de cualquier cosa tendríamos que reconocer el espíritu y la mentalidad a prueba de todo que ha logrado transmitir Ricardo Peláez en estos años.
Sin polémica, pretextos ni peros. América lo consiguió cabalmente y Chivas llegó más lejos de lo que nuestra imaginación nos hubiera permitido procesar a media campaña.