El peso mexicano se encuentra con presión generada por factores globales e internos que lo llevan a ser una de las divisas que pierde mayor terreno en el año frente al dólar. Entre mediados de febrero y hasta finales de abril pasado, registró una apreciación superior a 10% por una serie de medidas conjuntas de política fiscal, monetaria y cambiaria acompañada por la recuperación en el precio del petróleo.

 

Así, desde los mínimos en 17.05, ha tenido en las últimas 2.5 semanas presión al alza que primero nadie explicaba, pero que ahí se encontraba. Estamos viendo una disminución en la tenencia de extranjeros en el mercado de dinero que supera los seis mil millones de dólares (al 5 de mayo), y un aumento en las posiciones cortas en los futuros del peso en el mercado de Chicago, lo cual significa una visión que busca sacar provecho mientras el peso se deprecia frente al dólar.

 

A nivel global, observamos en las últimas semanas una inercia en la recuperación, al menos, temporal del dólar americano frente a muchas divisas que tiene una lógica entre la condición económica actual en Estados Unidos contra Europa, Japón y China, en donde la desaceleración se percibe especialmente en Asia y los estímulos monetarios generados por los bancos centrales hasta ahora no han presentado un impacto visible.

 

A mediados de junio vendrá la reunión de política monetaria de la Fed. De acuerdo al mercado, existe una baja probabilidad de ocurrencia para que se registre un aumento en la tasa de referencia de 25 puntos base. Sin embargo, miembros de la Fed, así como algunos economistas tienen una visión diferente al respecto y abren espacio para un posible aumento gradual. También los mercados estarán atentos al referéndum en Reino Unido sobre su permanencia en la Unión Europea el próximo 23 de junio.

 

Si a todo esto le sumamos algunos datos económicos relevantes como el empleo de mayo en Estados Unidos para ver si la economía americana puede mantener su ritmo de creación de plazas promedio mensual arriba de 220 mil o, bien, se empieza a desacelerar, lo que sería un indicativo negativo hacia la economía de Estados Unidos y seguramente al entorno internacional.

 

En la parte interna, la deuda de México con respecto al PIB, el estatus de Pemex, la pérdida de impulso en nuestras exportaciones a pesar de la depreciación del peso mexicano, así como la gran liquidez de nuestra divisa dentro del mercado latinoamericano reflejan esta presión de alza.

 

Técnicamente, niveles de 18.30 a 18.60 serán relevantes tanto para la Comisión de Cambios como para el propio Banxico que empezarían a buscar algunas medidas que frenen este movimiento de las últimas semanas, como la intervención directa de manera discrecional por un lado, un nuevo incremento en la tasa de referencia o mayores medidas fiscales en beneficio de la salud de nuestra economía.