Apenas hace unos días, durante la función del domingo pasado del musical Mentiras, se llevó a cabo una injusticia. ¿Por qué? Porque se coronó, de manera oficial, a una de las mejores artistas que ha dado este país en los últimos 35 años. El problema no fue la mentada coronación, sino que ésta llegó varios años tarde, pues desde hace ya varios lustros no ha habido nadie como ella, quien se ha ganado a pulso, con mucho sacrificio y entrega, el título de Reina de los Musicales. Por supuesto, me refiero a Lolita Cortés.
La actriz, cantante, maestra, productora, conductora y madre de dos talentosos hijos (Mariano y Dariana) ha tenido una vida artística, y personal, digna de una de esas historias de lucha y superación con sus tintes de drama y, sobre todo, talento de sobra. Hija de la cantante Dolores Jiménez (quien a su vez es hija del hermano mayor de José Alfredo Jiménez, por lo que este último es su tío abuelo), quien fuera integrante en la década de los años sesenta del dueto Lena y Lola, y del actor Ricardo Cortés, Lolita trae en las venas el arte y el talento multiplicado de manera exponencial, mismo que dejó ver desde que en 1979 participó en Anita la huerfanita y, tres años después, en el Festival Juguemos a Cantar, donde interpretó el tema Don Quijote y Sancho Panza.
Menudita, delgadita, pero con una voz prodigiosa, Lolita Cortés (simplemente me cuesta trabajo llamarla Lola, aunque sé que es una manera de mostrar su madurez) no tardó en sobresalir gracias a su talento, siempre destacando en el mundo del teatro musical, en particular, con puestas en escena como Vaselina, Peter Pan, ¡Qué plantón! y, en especial, La Bella y la Bestia, la cual es, para un servidor, no sólo un parteaguas en la carrera de Cortés, sino del teatro en México.
Quien esto escribe tuvo la oportunidad de conocer a Lolita justo en esa época, 1998-1999, cuando el ahora desaparecido Teatro Orfeón, en el Centro Histórico, fue testigo y hogar de la obra musical creada por Alan Menken y Linda Woolverton, adaptada de la cinta animada del mismo nombre. Largo sería escribir aquí todas las anécdotas y momentos inolvidables que viví compartiendo con el elenco de la misma, entre ellos Tonny Batres, Sergio Zaldívar, Manuel Bermúdez y René Azcoitia, aunque en particular forjé una amistad personal con Lolita que me permitió conocer de cerca no nada más a la artista, sino a la persona.
Pude ser testigo de la verdadera Lolita Cortés, la que llegó a ser considerada por Disney como una de las mejores Bellas en sus puestas en escena y quien, abajo del escenario, era siempre alegre, con nobles sentimientos, extraordinariamente amable y quien, de manera increíble, mostraba hasta cierta timidez. Nada que ver con la imagen de mujer ruda y sádica, muy en el estilo de una Cruella de Vil mexicana, que le quisieron crear años más tarde en TV Azteca en programas como La Academia o El rival más débil, que si bien le dieron una buena dosis de fama, eran personajes que no reflejaban su verdadera esencia.
Conocí a su entonces esposo y padre de sus dos hijos, Sergio Romo Muriel (hijo de Alma Muriel, quien fue quien la hizo conocer el teatro musical), y atestigüé de cerca su gusto por desvelarse viendo películas (muchas de las cuales le regalé), su visión de la vida, algunos de sus temores y muchas otras cosas personales que atesoro con gran cariño y que solamente hicieron que creciera la admiración que ya le tenía. Para mí, en La Bella y la Bestia fue cuando Lolita obtuvo, más que merecidamente, el mencionado título.
De ahí, el resto es leyenda. Obras como El fantasma de la ópera, Jesucristo Superestrella, José el soñador, Calle 42, Dulce Caridad y Mentiras, entre otras, han dejado constancia del extraordinario talento de una de las más grandes artistas que ha dado México y que, quizá, no ha tenido el verdadero reconocimiento que merece. Es por ello que desde aquí rindo un sencillo pero sentido homenaje a esa persona que me abrió no sólo las puertas de su camerino cuando hacía mis pininos en la carrera de periodismo, sino, literalmente, las de su corazón.
En casi dos décadas que llevo dedicado al periodismo de espectáculos he tenido la fortuna de conocer y entrevistar a grandes celebridades, pero mi carrera –y mi eterno agradecimiento- estarán eternamente ligados a la primera superestrella que tuve el honor de entrevistar, en aquel entonces, para WFM 96.9: Su Majestad Lolita Cortés. ¡Enhorabuena!