Si algo tiene tranquilo al Banco de México es el hecho de que la inflación en la economía mexicana se mantiene baja a pesar de las presiones cambiarias de los últimos meses.

 

El mandato prácticamente único del banco central mexicano es cuidar el poder de compra de la moneda, y como está cumpliendo con su obligación, tampoco tiene tantas presiones para cambiar su política monetaria, por más que el mercado adelante el inminente aumento en el costo del dinero.

 

Lo que sí debe vigilar con lupa es el comportamiento del tipo de cambio que tiene presiones especulativas, sin lugar a dudas. Y en ese proceso de vigilancia podría modificar el flujo de dólares al mercado cambiario o aumentar el costo del dinero incluso antes de que lo haga la Reserva Federal.

 

Por lo pronto, la inflación medida a través del Índice Nacional de Precios al Consumidor tuvo un registro negativo durante la primera quincena de este mes de mayo de 0.48%, con lo que la medición anualizada se ubicó en 2.53%.

 

Hay quien dice, quizá con ganas de echarle porras a las autoridades financieras, que México registra deflación, cuando simplemente lo que hay son inflaciones negativas derivadas de la aplicación de subsidios de temporada a algunas tarifas eléctricas.

 

Será que en nuestro país no conocemos lo que realmente implican las deflaciones y por eso se pretende usar el término como una alabanza al manejo de las finanzas públicas, como con ganas de quedar bien con alguien.

 

Puede sonar muy atractivo vivir en una nación en la que de manera constante bajan los precios, pero es precisamente este fenómeno el que tiene en la lona a países como Japón o a regiones completas como la Eurozona.

 

No es positiva la baja constante y sostenida de los precios, eso es deflación, porque los consumidores postergan sus decisiones de compra y eso frena la economía. Si usted sabe que el valor de la televisión que quiere comprar será menor en junio de lo que cuesta en mayo, pues se espera; y si cree que puede ser más barata para julio, se vuelve a esperar.

 

Éste resulta un círculo vicioso donde hay que recordar que al final el salario es otro precio que también se forzaría a la baja por la misma debilidad económica.

 

Así que afortunadamente en México no hay esa deflación dañina y destructiva.

 

Sí vale la pena poner atención a la salud de la baja en las tarifas eléctricas, tanto éstas de temporada como las que se han dado de manera sostenida durante varios meses.

 

Si responden a factores de productividad, bienvenidas. Pero si son subsidios para darle reflectores a la reforma energética, lo único que hacen es aumentar los problemas financieros del país.

 

Así que quitando esta baja de la tarifa eléctrica, México tiene un corazón inflacionario en estos momentos de 2.9%, que es un enorme valor para una economía que luchó durante muchos años en contra de las inflaciones altas.