Cuando la vida nos detiene, nos pone un alto sin preguntarnos, ya sea con algún accidente, una enfermedad o alguna circunstancia que nos frena. Nuestro mundo personal puede entrar en crisis, y puede ser difícil para nosotros enfrentar estas nuevas circunstancias y fluir con ellas, ya que muchas veces no comprendemos por qué y para qué nos sucede. El mensaje no siempre es claro, y nos cuesta trabajo darnos cuenta que debemos detenernos, tal vez para estar en paz, tranquilos, reflexivos y así lograr conectarnos con nosotros mismos.
Debemos aprender a conocer nuestro cuerpo y todas las sensaciones que somos capaces de experimentar a través de él, en vez de seguir viviendo como en automático, sin apreciar y agradecer lo que la vida nos ofrece; sin percibir nada o casi nada de nosotros mismos, evadiendo para solo sobrevivir de manera desconectada, casi inerte.
El mantener ese ritmo acelerado que nos impone vivir en una ciudad como la CDMX nos desconecta en alto grado de nosotros mismos, no permite que nos demos cuenta, desde la conciencia personal, de cosas tan elementales como dónde estamos parados, hacia dónde vamos, qué queremos y qué necesitamos realmente para sentirnos completos, integrados y felices con nosotros mismos.
El vivir a ritmo acelerado no nos prepara para escuchar a nuestro cuerpo y alma; bloqueamos la conexión con nuestro ser y no damos el espacio para poner atención a lo que nuestro sabio interior nos dice. No vivimos el presente ni disfrutamos lo que tenemos, agradecidos con el Universo y con Dios. Y cuando estamos ahí, sin disfrutar el aquí y el ahora, la vida misma suele detenernos con un accidente o algún cambio de vida inesperado.
De alguna manera, si estamos listos, estas circunstancias pueden ser el elemento que necesitamos para crecer y transformarnos evolutivamente como personas.
Los procesos de freno que nos impone la vida no son fáciles de confrontar, y se nos presentan nos guste o no, cuando menos los esperamos y deseamos; sin embargo, tenemos la opción de elegir de qué manera los enfrentamos y la actitud que asumamos frente a ellos, para resistirlos o sufrirlos.
Sin duda, existe la posibilidad de encontrar nuevas formas de recorrer nuestro camino, de una manera muy distinta a como lo habíamos hecho, aprendiendo a ser felices con lo que tenemos, con lo que la vida nos ofrece, apreciando un amanecer, agradecidos de estar vivos; es decir, descubriendo nuevas formas de andar por la vida, quizá más conectados con nosotros mismos y con el mundo en el que vivimos, aprendiendo a amarnos y a respetarnos. Tal vez la vida nos detiene para abrir más la conciencia y transformar lo necesario para salir de la crisis en la que estamos inmersos, y aprender a fluir y a encontrar la felicidad en el momento presente con lo que éste traiga consigo.