La decisión terminará adquiriendo tintes políticos, aunque eventualmente no los tenga. Estamos a un par de semanas de saber si todo el equipo ruso de pista y campo queda marginado de participar en los Olímpicos de Río de Janeiro, lo que constituiría el mayor castigo de la historia a causa del dopaje.

 

A fines de 2015 estalló este escándalo de corrupción; fueron detectados pagos de autoridades rusas a altos cargos de la Federación Internacional de Atletismo –en específico, a su entonces presidente, Lamine Diack– para que obviaran pruebas positivas de deportistas de Rusia. Al paso de la investigación se detectó que lo de Diack era sólo la punta del iceberg y que existía todo un sistema de dopaje institucionalizado y orquestado hasta las más altas capas del gobierno de esta país, algo nunca visto acaso desde el modelo de la extinta Alemania Oriental. ¿Qué tan altas? Algún reporte llega a referir que Vladimir Putin habría solicitado ayuda para no que se castigara a nueve atletas rusos, lo que el Kremlin niega con indignación.

 

Las preguntas continúan siendo más que las respuestas y en unos días se espera mayor turbulencia, porque la televisión alemana emitirá un documental con nuevas investigaciones de esta caso. No es descartable que tal programa termine por inclinar la balanza a favor o en contra, más allá de que el nuevo titular de la IAAF, el británico Lord Sebastian Coe esté siendo acusado de plegarse a las sanciones anti-rusas desde las potencias de Occidente.

 

El Ministro del Deporte, Vitaly Mutko, en un inicio ofensivo y ahora más bien suplicante, intenta convencer al mundo de que Rusia está haciendo todo lo que debe para acabar con esos vicios e insiste que el problema es internacional y no local. Al tiempo, IAAF, WADA e incluso COI saben que de ser estrictos tendrían que expulsar de Río a los rusos, aunque el tema es complejo (por poner un precedente, Bulgaria no ha participado en competiciones de halterofilia durante los últimos dos ciclos olímpicos, por esa misma razón).

 

Yelena Isinbayeva, la más carismática atleta rusa, ha lanzado un emotivo mensaje durante la semana anterior, clamando que denunciaría a la IAAF ante el Tribunal de Derechos Humanos si le fuera impedido participar.
¿Por qué la dureza en contra de Rusia y no de otros países que también han sido recurrentes en esta trampa? Por la sospecha de ser un comportamiento sistemático y no algo atribuible a algún equipo de trabajo, laboratorio o particular. Para colmo, la mayoría de los dopings positivos hallados en pruebas de Beijing 2008 y Londres 2012 efectuadas a posteriori, han sido en particular de esta delegación.

 

La sesión del 17 de junio será uno de los momentos más trascendentes en la historia contemporánea del deporte. Si Rusia es inhabilitada, podremos indudablemente regresar al marco de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984, cuando el olimpismo se partió entre las ideologías de dos ejes. Podrá no tener nada que ver con política, pero su resolución será atribuida a ella.

 

Por eso, si las investigaciones alemanas a publicarse en breve no son en exceso escandalosas, dudo que se castigue a todo el equipo y que se busque remediar a corto plazo con sanciones personales.

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