La administración de Barack Obama emitió hace unos días algunos apuntes hacia aquellos ciudadanos estadunidenses que tengan que viajar a Europa este verano. Primero les recomienda que no lo hagan, y si lo hacen, que extremen sus precauciones.

 

Como toda la vida, las advertencias no son porque sí. Existe una etiología y ésta no debe ser baladí.

 

Mientras emiten esos consejos, que los categorizan a obligaciones, continúa sobrevolando el fantasma del DAESH, del mal llamado Estado Islámico por toda Europa. No olvidamos aquí, en el Viejo Continente, el número de atentados que ya se han cometido en Madrid, Londres, París, Bruselas y Copenhague. Tampoco las amenazas que ha realizado el propio DAESH, a través de las redes sociales, contra cualquier punto europeo.

 

Lo más sorprendente es que, en ningún caso, los atentados fueron improvisados. El de Bruselas resultó ser un bisturí de cirujano. El de París, aun más. Se realizaron con auténticas técnicas bélicas. De lo contrario, ¿cómo se explica secuestrar, en la magnificencia de un estadio de futbol, al Presidente de la República francesa y al ministro de Exteriores alemán? Pero voy más lejos: ¿cómo se explica que, mientras estaban secuestrados los altos mandatarios, tres comandos fueran de restaurante en restaurante hasta llegar a la sala de fiestas Bataclan para cometer una carnicería? ¿Qué hacían los servicios secretos galos? Porque le recuerdo, amigo lector, que estos atentados les pillaron con el paso cambiado a las poderosas y efectivas Fuerzas de Seguridad del Estado francés.

 

Claro, con lo que no contaban es que los atentados se habían pergeñado desde Siria, por personas preparadas y cultas; antiguos militares de la Guardia Republicana de Saddam Hussein que estudiaron en prestigiosas universidades europeas y estadunidenses. Estamos hablando del arte de la guerra como un concepto amplio.

 

Estos militares de alta graduación son personas políglotas e ilustradas que conocen a la perfección la realidad europea, sencillamente porque estudiaron en sus universidades.

 

Tal vez, en Occidente no dimensionamos al enemigo. Acaso lo demeritamos cuando nos mirábamos al ombligo pensando que éramos los mejores. Pero resulta que no, que no lo somos; que el DAESH nos hace una guerra completa, pero silente, una guerra tecnológica, pero subrepticia. Saben cómo hacerlo y saben que lo hacen bien.

 

Por eso las recomendaciones de la administración de Obama hay que tomarlas con la dimensión que realmente tienen, y no es menor. El comunicado especifica que los ciudadanos estadunidenses no deben acudir a grandes concentraciones, así como evitar asistir a los eventos de la Eurocopa y el Tour de Francia. Casualmente ambos eventos ocurren en Francia, que es el principal enemigo del DAESH.

 

No pongo en duda la inteligencia estadunidense ni su coordinación con el resto de las inteligencias occidentales. Por eso me inquieta saber qué es lo que saben, pero que no quieren decirnos.

 

Es normal que lo oculten y manden a la ciudadanía europea y estadunidense señales a modo de comunicados. De lo contrario se crearía un pánico innecesario. Pero le aseguro, amigo lector, que ese comunicado tiene mucha más enjundia de lo que usted y yo podemos llegar a avizorar.