MIAMI. La plaga de famosos aficionados a posar acunando bebés de orangután desconoce esta suerte de boscoso África tropical situado en Wauchula, en el centro del estado de Florida, un remoto paraje que alberga uno de los más importantes hogares de grandes simios en Estados Unidos.
Santuario para grandes primates fundado en 1993, el Centro para Grandes Simios es un entramado selvático de 120 acres (486 mil metros cuadrados) donde conviven especies de grandes simios como orangutanes, chimpancés y bonobos rescatados de la industria del entretenimientos, los laboratorios de experimentos científicos, zoológicos y tiendas de mascotas.
Una tarea altruista a la que no favorecen, para nada, las fotos que circulan por las redes sociales e internet de famosos como Paris Hilton, Khloe Kardashian o el futbolista James Rodríguez besuqueando, por ejemplo, a bebés de primates.
La escena es menos inocente de lo que parece, por tierna que esta se vea. De hecho, daña. Daña porque mina los esfuerzos de organizaciones internacionales que intentan acabar con el tráfico ilegal de simios y su uso como reclamo en zoológicos y películas.
Asociaciones como el Centro para Grandes Simios vindican la “dignidad de los primates y su derecho a vivir en su hábitat natural”, explicó a Efe Patti Ragan, quien, una vez creada la fundación, tardó cuatro años en encontrar y adquirir el terreno donde hoy se ubica este hogar de grandes simios.
“Hemos rescatado simios de garajes, trasteros, circos y zoos e incluso de sótanos de viviendas, muchos de ellos en malas condiciones de salud, alimentados a base de pizzas y caramelos en vez de verduras frescas”, comentó Ragan con entusiasmo triste.
A la postre, la tarea de rescate de los simios es solo el primer paso en el largo camino de su recuperación emocional y lenta adaptación a su nuevo hogar en el centro, que acoge cerca de un centenar de primates en sus doce grandes estructuras al aire libre.
Casi todos ellos, dice Ragan, “arrastran estrés postraumático y problemas de comportamiento para aprender a socializar y aceptar a otros ejemplares”.
Ese fue el caso de “Bubbles” (nacido en 1983), el más famoso de los chimpancés del santuario, que fue la mascota a la que tuvo un gran apego el fallecido Michael Jackson hasta que cumplió siete años y se tuvo que desprender de su compañía.
La estrella del Centro para Grandes Simios “se encuentra muy bien de salud. Tiene 33 años y convive con otros siete chimpancés en su grupo, pero él es el macho dominante”, relató con satisfacción Ragan, y recordó que, “cuando llegó aquí en 2005” procedente de Los Ángeles, mostraba un “comportamiento nervioso”.
Ragan aprovechó para decir que, al contrario de lo que mucha gente piensa, el cantante estadounidense no dejó al morir ninguna disposición especial ni dinero para el cuidado de “Bubbles”, por lo que necesitan recaudar fondos para su cuidado a través del sitio de internet centerforgreatapes.org
El centro de primates está cerrado al público. O mantiene un acceso muy restringido. Es un terreno situado entre el espesor de árboles y plantas y cercado. Lejos de las cámaras fotográficas y el griterío habitual de las visitas de familias, niños, turistas y colegios.
Pero esta radicalidad deja en una situación comprometida a esta institución sin ánimo de lucro financiada exclusivamente por medio de donaciones y la generosidad de sus miembros.
Y es que solo el coste de cuidado, atención médica y alimentación de cada simio ronda los 20 mil dólares al año.
Pero Ragan mantiene un infatigable optimismo sobre los avances logrados con el centenar de primates que viven (y mueren) aquí, en cautividad, ya que el retorno a su hábitat natural es inviable.
La filántropo estadounidense explicó que todos los simios acogidos en el centro “fueron criados en cautividad por seres humanos, por lo que la falta de habilidades básicas para la supervivencia les incapacita para salir adelante en la selva”.
La infancia de estos primates, hasta los 7 u 8 años, transcurrió haciendo monerías para otros y arrancados de la atención y cuidado maternos. Pero, pasada esa edad, y “dado el desarrollo de su fuerza física, se convierten en un problema para quienes los poseen o negocian con ellos dentro del sector del entretenimiento”, y sus propietarios los venden o entregan.
“¿Qué es de ellos luego?, si ya no pueden vivir sin protección y todavía les queda por delante una larga vida, quizá hasta los 50 o 60 años”, se preguntó con indignación Ragan.
Por eso resulta fundamental la existencia de hogares de grandes simios como este, dedicados a denunciar la explotación de los primates y asegurar su supervivencia en condiciones dignas, bien alimentados y en compañía de otros ejemplares de la misma especie, hasta el fin apacible de sus días.
Quizá el mismo fin que podría haber disfrutada en este hogar Harambe, el gorila que murió tiroteado en el zoológico de Cincinnati para, supuestamente, salvaguardar la seguridad del niño que cayó en sus manos por la negligencia de sus padres.