Qué elecciones tan raras. Me urge que sean las presidenciales de 2018, porque esas sí serán muy divertidas. Estoy feliz porque me contaron que Denise Dresser –periodista escritora y politóloga– piensa lanzarse como candidata independiente a la silla. No me pregunten por qué, pero ella quiere ser presidenta. La verdad no me simpatiza la Dresser, pero si gana significa que Víctor Trujillo será nuestro primer damo. ¡Óoorale chamacos!, ¡qué emoción!

 

Para los despistados, sepan que son pareja desde hace meses, aunque lo niegan. Bueno, así es el amor, a veces hay que ocultarlo mientras crece.

 

Debo decir que soy fanática de las parejas mixtas en Los Pinos. Por ejemplo, EPN y Angélica Rivera, un político y una actriz, porque siento que dan más de qué hablar y avivan la grilla.

 

Ya imaginé a Brozo en los mercados besando niños –única oportunidad para hacerlo sin que nadie te vea feo–, en el chal con la reina Letizia o repartiendo Rosca de Reyes entre los pobres.

 

Claro que no es la única opción chistosa en el horizonte; también tenemos a Margarita Zavala y Felipe Calderón, y a Carmen Salinas con algún bailarín de Aventurera. ¿Por quién votan?, ¿quién será mejor first lady, Víctor o Felipe?

 

Y es que mientras están tan pendientes de cada paso de Hillary Clinton y Donald Trump, aquí se cocinan cosas increíbles. Ya dijo mi Carmelita que si la gente se lo pide, ella sería Presidenta de México. ¿Se imaginan un sexenio con Trump y la corcholata al mando? ¡Genial! Porque estoy segura que Donald ganará y aquí somos tan ridículos que cualquier día le suplicamos a la actriz que nos gobierne. Bueno, al menos trabaja de sol a sol, canta muy bonito “Bernabé le pegó a muchilanga, muchilanga le dio a Bernabé…” y siempre cumple sus promesas (que ya es ganancia).

 

La otra noche casi se me atora el pulpo en la garganta porque me encontré a Manlio Fabio Beltrones, otro posible candidato según los enterados. Se acercó a saludarnos y confieso que en lugar de cuestionarlo sobre sus aspiraciones –como todo periodista normal– mejor le pregunté una duda que me roba el sueño: ¿cómo le hace para estar tan planchadito?

 

Cada vez que lo veo, me doy cuenta de lo hermoso que es tener presupuesto. Siempre lo reviso de pies a cabeza y tengo la teoría de que en su camioneta trae una plancha de vapor y, antes de bajarse, un asistente mandarín le da una rociada. “¡Pfft, pfft, pfft… y adiós arrugas!” Alguien me dijo que compra todos los trajes con copia (con duplicado, pues), así que calculo que su clóset debe ser enorme, ¡como el vestidor de Galilea Montijo!, con zapatos a granel, muchos calzones, corbatas que dan vueltas, miles de camisas, guayaberas de varios colores –por si llega a Presidente– y uno que otro batón de cuando fue un hombre rollizo. Guardarropa tenemos, propuestas no sabemos.

 

Se despidió con un “Martha, en tus manos encomiendo mi vida…” o algo así. ¿Me propuso matrimonio? ¿Pidió que votara por él en un futuro? ¿o qué habrá querido decir. Ay, los políticos, siempre tan misteriosos.