La zona mineralizada de mercurio (Hg) de la Sierra Gorda de Querétaro presenta altas concentraciones de este elemento en al menos la mitad de su superficie, lo cual pone en riesgo la salud de los habitantes, alertaron expertos.
Aunque hasta ahora no se ha encontrado afectación al agua potable, el riesgo en la salud de los pobladores existe, pues se registraron cantidades por arriba de lo permisible según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Norma Oficial Mexicana (NOM), agregaron.
Estudios de Gilberto Hernández-Silva, investigador del Centro de Geociencias (CGeo), campus Juriquilla de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señalan que además del riesgo a la salud de los pobladores del lugar, perturba suelos, cultivos y ambiente.
Durante ocho años, Hernández-Silva y su equipo, junto con el antiguo Instituto Geológico de Hungría y otras entidades (como el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM), analizaron el entorno de 150 bocaminas y observaron que las deposiciones de Hg se han extendido a suelos, sedimentos, sembradíos, biota, aire y lluvia.
Para la Organización Mundial de la Salud, la exposición constante al elemento -en sus diferentes estados- tiene consecuencias serias en el organismo.
Los daños son al sistema nervioso, digestivo e inmunológico, mientras que sus sales son corrosivas para la piel, ojos y tracto gastrointestinal, y después de la inhalación pueden observarse trastornos neurológicos y de comportamiento.
Hallazgos antropológicos y arqueológicos en Ranas y Toluquilla, dos ciudades emblemáticas de la región, muestran que en la época prehispánica diversas culturas utilizaban el cinabrio como pigmento para rituales, refirió Hernández-Silva.
A lo largo de la historia, expuso, se modificó su explotación, pues una vez extraído el también llamado sulfuro de mercurio (HgS) se sometía a altas temperaturas, entre 400 y 600 grados centígrados.
Lo anterior para recuperar el Hg en fase líquida, cuyas aplicaciones aún se usan en dispositivos de medición, lámparas, amalgamas dentales, productos farmacéuticos y cosméticos para aclarar la piel, entre otros.
En 1995 se suspendió oficialmente su extracción en la Sierra Gorda, pero se ha demostrado su persistencia en el ambiente después de decenas y centenas de años.
“La contaminación se originó porque los desperdicios generados en la cocción del cinabrio eran depositados a orillas de las minas, al aire libre, y los hornos empleados en esta actividad no cerraban herméticamente, por lo que los vapores escapaban”, explicó el experto en un comunicado.
El vapor de mercurio, cuya dispersión depende de la temperatura, así como de la velocidad y dirección del viento, se transporta grandes distancias antes de depositarse nuevamente en algún enclave del paisaje.
“Así, la contaminación se ha extendido a suelos y cultivos por las lluvias, viento y erosión; una vez en la superficie, el elemento es absorbido por las plantas, en este caso de maíz, lo que nos preocupa”.
En consecuencia, prosiguió Hernández-Silva, los pobladores de la zona están en contacto con este metal por medio del aire, agua pluvial y de los sembradíos y ganado con los que se alimentan, alertó.