Hoy inicia la reunión de los tomadores de decisiones monetarias de la Reserva Federal (Fed). Hasta este momento son muy pocos los que creen que pudiera darse un aumento de la tasa de interés.
Cuando mañana, al mediodía, la Fed dé a conocer su determinación, lo que realmente estará esperando el mercado es la razón para no mover las tasas y qué panorama ve hacia el verano.
Es verdad que Janet Yellen ha tratado, desde la presidencia del banco central estadunidense, de preparar a los mercados para el inevitable y quizá ya deseable proceso de alza en las tasas de interés.
Si la economía estadunidense se calienta, por ejemplo, con un aumento repentino en la inflación, podría tener la necesidad el banco central de elevar las tasas más aprisa y en mayores montos.
Pero éste es un momento de enorme fragilidad mundial como para tomar una decisión restrictiva en la política monetaria estadunidense.
El mundo está muy nervioso, y lo que menos requiere son varios frente abiertos para aumentar las preocupaciones.
Por eso es importante que el discurso de la Fed que acompañe a su decisión de no mover las tasas de interés provoque una sensación de calma y seguridad que serán muy necesarias durante los próximos 10 días.
Sería ideal que tanto en el comunicado como en la conferencia de prensa posterior, los integrantes del Comité de Mercado Abierto de la Fed dejaran clara una ruta de comportamiento de las tasas de interés. Que fijaran con más claridad sus expectativas de alza en el costo del dinero.
Siempre será una decisión dinámica, pero con la tranquilidad ganarían los mercados con alguna certeza de la autoridad monetaria en estos tiempos difíciles, sobre todo en Europa.
El mundo pende de un hilo por la determinación que pueda tomar un país respecto a conservar o perder su membresía como miembro de un bloque.
La eventual salida de Reino Unido de la Unión Europea se mantiene enfocada dentro de la Gran Bretaña como un asunto de partidos políticos, de lucha interna entre fuerzas antagonistas. Pero en realidad se trata de una escisión que podría dar forma a la siguiente gran crisis global.
El principal perdedor será la isla británica, muy cerca estará el resto de la Europa unida en el bloque, con todo y su apartado especial de los que comparten moneda única. Detrás vendrán los mercados financieros, y con ese sismo va el resto del mundo.
Esto tiene que estar en el ánimo de los banqueros de la Reserva Federal. Quizá una referencia a la atención que merece la situación británica y la economía mundial sería bien recibida por parte de los mercados.
Estamos en los peores días de la turbulencia de este mes de junio. La incertidumbre de estas horas es intensa. Los capitales prefieren la seguridad de los bonos de Estados Unidos o de Alemania antes que quedar atrapados en lo incierto de los mercados de renta variable o emergentes.