Cuarenta y nueve días faltan para el evento deportivo más grande el año: los Juegos Olímpicos, unos juegos que llegan en momentos de incertidumbre política, de incomodidad social, de muchas versiones alrededor del Zika. Con sacudidas deportivas como lo que sucede actualmente con los rusos, pero con la misma ilusión y el mismo nerviosismo de cada cuatro años esperando conocer a los nuevos superhéroes capaces de inspirar a miles de niños a través de su espíritu, su fuerza, su velocidad, su precisión y sus ganas por ser diferentes.

 

Y en este intento de ser distinto hay un movimiento que tiene a mucha gente inquieta: mezclar en un deporte de contacto a profesionales con amateurs. Es decir, poner en el mismo espacio, bajo las mismas condiciones a deportistas que pueden contar con más de 20 años de experiencia con uno que quizá tenga menos de dos en un deporte que entre iguales tiene consecuencias fatales. En un deporte en el que la posibilidad de una tragedia está ahí, siempre en primera fila, expectante.

 

El boxeo olímpico ha sido por historia la cuna de grandes boxeadores; el semillero más importante que tiene este deporte, el punto de partida. Una secuencia lógica incluso para quienes pretenden llegar al profesionalismo con más bases y corriendo menos riesgos. Es incluso un gran nicho para los promotores, y si bien es cierto que esta rama no abandona las áreas de discrepancia cuando se trata de evaluar a los jueces, se mantiene alejada de las sospechas que rodean actualmente el boxeo profesional. Cuando veíamos decisiones que nada tenían que ver con lo sucedido en el ring, hablábamos de incapacidad de los jueces, sí, con mentadas incluidas, pero hasta ahí. Nada que ver con el “sospechosismo” que rodea al boxeo profesional; nada que ver con amaños, arreglos y todas las teorías que abrazan al boxeo actualmente.

 

Es como un boxeo intacto, virgen.

 

Pero dejemos de lado el romanticismo. Poner a pelear a un boxeador amateur con uno profesional no hace sentido, no tiene lógica, no es justo y se corren riesgos de manera innecesaria.

 

Algunos defienden esta modificación estableciendo que hay paridad ya que el profesional no está acostumbrado a pelear intensamente durante menos rounds, pero a estos “expertos” se les olvida que en el boxeo no todo es la condición física, claro que forma parte indispensable, pero hay argumentos que tienen que ver con la técnica y la experiencia, incluso las mañas, que obran a favor de los profesionales.

 

Y el debate no tiene que ver con que si es o no posible que un amateur derrote a un profesional, claro que esto puede suceder, en el deporte cualquier historia es posible, pero ojo, dije cualquier historia, incluso esas que tienen que ver con finales trágicos cuando se corren riesgos innecesarios, y poner a un profesional ante un amateur es bajo cualquier ángulo, uno de estos.