Por más británica que sea la fulana, si ya decidió que se quiere ir, pues que se vaya de una vez. Para qué sufrir con la incertidumbre. Y sobre todo, para qué dar el mal ejemplo.
A pesar de que ya han pasado cinco largos días desde que una mayoría de súbditos del reino británico decidió salirse de la Unión Europea, la realidad es que no hemos visto nada.
De entrada tiene que haber una solicitud británica para iniciar la separación. El tratado de la Unión Europea tiene desde hace unos cuantos años un artículo que ahora habrán de estrenar los británicos.
El artículo 50 prevé la salida voluntaria y unilateral de un integrante de la unidad. Pero la primera condición para hacer valer este derecho es la notificación al Consejo Europeo por parte del que quiere salir.
De entrada, la primera baja fue el gobierno de David Cameron que anunció su renuncia. Y si bien ya se creó un departamento encargado de tramitar el Brexit, deben resolver su crisis interna de gobierno.
Además, hay titubeos internos respecto a la salida británica. Es una cruda de muchos ciudadanos que hoy entienden su error. Sin embargo, es una decisión que parece irreversible.
Parece broma, pero ya hay algunos que están pensando en un segundo referéndum. No es posible, pero abonan a eso que tanto daño hace en este caso y en cualquiera: a la incertidumbre.
Lo que los organismos de gobierno europeo desean es que si se quieren ir, pues que lo hagan lo antes posible. Podrían invocar aquella canción de Franco de Vita, un buen perdedor, que rezaba que si tienes que irte, vete ya.
Lo que quieren evitar los comunitarios es que al facilitarle las cosas al Reino Unido, al dar el tiempo suficiente para que los británicos se vayan cómodamente con acuerdos comerciales, financieros, laborales, paralelos, otros vean un incentivo para salir.
Hay presiones para que sucedan rápido las cosas, para que el resto de los integrantes vean que el divorcio no es una gracia, que hay facturas inevitables que se tienen que pagar.
No se trata de dar alguna lección a los británicos a manera de castigo por su salida. Es que los que se queden se recompongan rápidamente y no haya una puerta de salida abierta que se vea cómoda.
La posibilidad legal existe, con ese famoso artículo 50, pero el encarecimiento de partir tiene que quedar claro antes de que se desfonde la unidad que tanto trabajo ha costado.
No es posible saber los alcances del Brexit. Esta semana seguiremos con los efectos financieros. Las monedas vivirán en el caos, los índices bursátiles seguirán con los altibajos en la repartición de los impactos.
En México tenemos nuestras propias facturas del Brexit. Desde el recorte al gasto público hasta el empujoncito que faltaba para que suban las tasas de interés esta semana.
Así que si ya provocaron el caos con su anuncio de salida, pues que lo concreten. Si tienes que irte, pues vete ya.