“Nos robaron el futuro”, despotricaron los jóvenes durante la larga madrugada del viernes al sábado último tras el referéndum que decidió el llamado Brexit, es decir, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. El enojo sobre todo de los llamados millenials tiene su razón de ser: eran los principales partidarios de permanecer en este bloque de países pero en la consulta fueron vencidos por sus padres y abuelos, la mayoría baby boomers, ansiosos de salirse de un mundo globalizado que desconocen y al que todavía no consiguen adaptarse, porque los llena de miedos, sobre todo a la otredad, es decir, a la migración creciente que se registra por toda Europa.
Gran Bretaña, como muchos países, es un mosaico de culturas y formas de ver al mundo, pero nadie se imaginaba que estuviera tan dividido no sólo por barreras geográficas, étnicas, sociales o culturales, sino hasta generacionales.
Reino Unido es una sombrilla gigante que abarca lugares como Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, tan diversos entre sí en términos de cultura y desarrollo como lo pueden ser en México Oaxaca, Tamaulipas y Jalisco.
Pero el referéndum puso sobre la mesa la existencia de un verdadero abismo entre viejos y ancianos, que va más allá de las diferencias entre ricos y pobres o entre flemáticos londineses y bebedores voraces de cerveza o aficionados a la gaita.
Los jóvenes británicos están en pie de guerra contra sus mayores, porque piensan que ya les desgraciaron la vida. Su argumento es que sus padres o abuelos vivirán bajo la pesada lápida de esta decisión histórica sólo unos 10 o máximo 15 años, pero ellos tendrán que cargarla quizá por el resto de sus vidas.
Los partidarios del leave votaron pensando nostálgicamente en la “pérfida Albión”, arrogante y amenazada por la “Armada Invencible” moderna de la inmigración, temerosas de que las hordas extranjeras les arrebaten sus ilusiones guajiras y el terrorismo en ese continente, mientras los jóvenes sufragaron por el bremain viendo hacia el futuro, un mundo sin aduanas, sin límites, sin fronteras, donde se hagan realidad sus ímpetus libertarios y su creatividad ilimitada.
El Brexit les cortó las alas y truncó sus sueños, haciendo más denso su horizonte que la niebla londinense.
No es sorprendente que embajadas extranjeras, como la de Bélgica e Italia, se vieran de pronto inundadas por solicitudes de pasaportes de parte de jóvenes ciudadanos británicos con algún lazo de sangre con esas naciones, decepcionados por el resultado de estas votaciones.
Winston Churchill, el héroe de la Segunda Guerra Mundial, y ex primer ministro de Inglaterra, decía que la democracia es “el peor de los sistemas, excepto todos los demás”.
Bajo este imperfecto sistema democrático, se sometió a consulta popular la decisión de permanecer o salirse de la UE, pero el gobierno de David Cameron hizo malos cálculos, y lanzó una apuesta demasiado desafiante, creyendo que iba a salir en hombros de la plaza.
Nunca imaginó que por el contrario sería abucheado y se vería obligado a sufrir la humillación de renunciar a su cargo ante la derrota del leave.
La democracia representativa delega las grandes determinaciones a los miembros del gobierno, justamente porque el pueblo no tiene a veces todos los recursos, la inteligencia o la información suficiente que se requiere para tomar una decisión de esta envergadura.
Lo que hizo Cameron es abrir la “Caja de Pandora” de los británicos, de la cual salieron los viejos prejuicios xenófobos, los más recónditos temores, las reacciones más primitivas sobre todo de las personas mayores, que ahora ha pasado a cercenar el futuro de los jóvenes.
“Not in my name” y “What have we done” son los hashtags en las redes sociales usadas tras el referéndum para expresar la frustración y amargura de los jóvenes sobre este inesperado desenlace.
Rory MacQueen, ingeniero británico en sistemas, cuenta a 24 Horas que aunque se siente profundamente desencantado con el manejo de las crisis por de la comunidad europea en la última década “como empeorar la situación económica de Grecia por un compromiso con la austeridad, su débil manejo de la crisis de refugiados, creo que la respuesta debía haber sido la que tratar de reformar la UE desde dentro, no dar la espalda a sus problemáticas y salirse”, señala.
Aunque MacQueen, de 26 años, no pudo votar porque reside en el extranjero, se muestra preocupado por el impacto que el resultado del referéndum tendrá. “Para mi familia -que vive en Reino Unido- y para mí es sustancial. En primer lugar los ciudadanos británicos ya no serán capaces de trabajar y estudiar libremente en otros países europeos sin tener que pasar por procesos difíciles y burocráticos para obtener la visa. Por otra parte, algunas de las regiones más pobres del Reino Unido, como Gales, dependían en gran medida de subsidios de la UE para mantener a ciertas comunidades. Ahora esos fondos están por desaparecer teniendo como resultado un incremento en el desempleo y en la pobreza.” Las encuestas, tan desacreditadas últimamente, ésta vez lo anticiparon claramente: la levantada por la firma YouGov arrojaba que 64% de las personas entre 25 y 29 años quería que el Reino Unido se mantuviera en la UE y 61% de las personas de entre 30 y 34 quería quedarse.
Además, otra encuesta publicada en The Times arroja que que cerca de 22% de los jóvenes que estaban de fiesta en el festival de música de Glastonbury no votaron y 65% de estos aseguró que tenían intención de votar por la permanencia pero no consiguió hacerlo a tiempo.
Sin embargo, la sobrevalorada sabiduría de los ancianos se decantó ésta vez por el rumbo equivocado y sus hijos y nietos pagarán muy caro esta mala decisión.