Estamos viviendo la mayor encrucijada desde el nacimiento de la historia. En los últimos años, la comprensión histórica del ser humano ha sido tan rápida que hemos vivido en 30 años lo que nuestros ancestros lo hicieron desde el principio de los tiempos. La máquina va ganándole la batalla al hombre y lo hace con la misma rapidez como el mismo hombre la está fabricando.
Es la primera vez que estamos construyendo algo que puede llegar a fagocitarnos. De hecho, ya lo está haciendo. La máquina está acabando con cientos de miles de puestos de trabajo. Aquéllos que ya han perdido sus empleos por las máquinas, es probable que nunca más consigan otro trabajo porque la máquina se los habrá usurpado.
Los políticos y politólogos se siguen rebanando el cerebro pensando cómo reducir el gasto público o el déficit privado; cómo abaratar o, al contrario, cómo subir las pensiones; cómo bajar la presión fiscal de los países, cómo seguir con políticas neoliberales o, al revés, más sociales, aplicando la famosa tercera guía del viejo Tony Blair.
Pero se siguen equivocando porque los tiros ya no van por las ideas vetustas de la vieja política. Eso ya no sirve, dejó de servir hace años.
Los filósofos, los sociólogos, los conspicuos pensadores y, desde luego, los políticos tienen ahora el gran desafío de encontrar el paradigma de cómo será la sociedad del futuro, que ya es presente. Es primordial avizorarla, entenderla y atenderla, qué hacer con los ciudadanos para que sean felices, en una sociedad que cambia a pasos agigantados.
La economía, el derecho, las ingenierías, las matemáticas, la física quedarán obsoletos. Serán las máquinas las que hagan abogados robotizados, economistas virtuales o físicos o matemáticos que descubrirán por millones de permutaciones en miles de millones de computadoras simultáneamente cómo será el futuro científico de la humanidad.
Existirán carreras, oficios, trabajos, profesiones que hoy desconocemos, pero que ya las tenemos a la vuelta de la esquina. Se estudiará y se trabajará en otro orden de cosas que tengan que ver con la creatividad o la práctica de ella, como el arte, la música, el ocio o el cuerpo físico, mental o espiritual. A lo que estamos asistiendo, querido lector, aún no lo sabe nadie.
Ningún político se ha parado a pensar cómo será el futuro. Si la máquina desplaza al trabajador, qué hará el ser humano para vivir sin trabajar de manera digna y feliz.
Sin embargo, nos llenan de datos macrofinancieros que no valen para nada; mientras solamente el cine intenta predecir cómo será el futuro que es presente. El Séptimo Arte ha sido el gran filósofo de los últimos años; el Séptimo Arte y, sobre todo, algunos genios de la literatura como Julio Verne, Aldous Huxley o George Orwell.
Podrán equivocarse o no. Cabrá un error o miles de ellos, pero son unos cuantos literatos y, especialmente, el cine los que están dando los tips de lo que será la sociedad futura. Los políticos deberían pensar menos en la política desgastada y caduca, y más en una ciudadanía que no tiene Norte y que reclama una nueva sociedad.
Y no estoy escribiendo un artículo ficción. Estoy plasmando la preocupación de saber hacia dónde va esta sociedad que camina más rápido que el tiempo.
Si no pensamos en las respuestas y no buscamos nuevas maneras para la felicidad donde desterremos las desigualdades –algo impensable- la cuerda se romperá. Entonces no será la máquina, sino su creador que no sabrá hacer un nudo en el mecate de la historia.
No quiero caer en la osadía de ser un nigromante ni en la frivolidad de la superchería. Sin embargo, en toda la historia jamás había habido un período de paz tan duradera. Y no podemos seguir tensando la cuerda sin descubrir a la brevedad el paradigma del próximo modelo social. De lo contrario, la cuerda se romperá.