Ruta: desde Nantes hasta Orleans, Francia.
Duración: cinco noches.
Coche sugerido: Porsche Targa.
Objetivo
Todos hemos soñado con castillos habitados por princesas, custodiados por dragones y con ejércitos comandados por valientes príncipes. Ese lejano mundo del más allá existe en un sitio que no es irreal. Entrar en la Loire francesa es comprar un boleto a un mundo de fantasía en medio de paisajes de ensueño. En el marco de las 24 horas de Le Mans, y a bordo de la marca ganadora del primer lugar, te proponemos una razón más por la cual visitar el oeste francés. A pocas horas de Le Mans empieza esta ruta que conecta a cientos de castillos, viñedos, molinos y pueblos antiguos que acompañan el trayecto del río que da nombre a esta región.
Punto de partida: Del mar celta al castillo de la Bella Durmiente.
La ruta puede empezar en Nantes, ciudad medieval costera que ofrece impresionantes paisajes del Mar Celta y una gastronomía suculenta que mezcla tradiciones e ingredientes de la Loire y la región de Bretaña, con la cocina de mar y los ingredientes foráneos que por ese puerto han desfilado. Un par de horas después llegarás a la ciudad de Tours, llena de casonas antiguas color marfil, calles empedradas, puentes, castillos, museos, teatros, jardines y un encanto único. La vida en Tours trascurre entre paseos en bicicleta, caminatas en jardines o en la ribera del río, cafecitos y panaderías en esquinas y exquisitos restaurantes franceses en medio de las plazas públicas, además de ser un gran centro estratégico para planear la visita de varios castillos en la zona, como Azay le Rideau, rodeado de agua y con un lindo pueblo turístico; Ussé, que presume ser aquel en el que alguna vez habitara la Bella Durmiente, o hasta el Chateau Renault.
Primera parada: Chenonceau, un castillo femenino.
A escasos 30 minutos de Tours se encuentra Amboise, una ciudad con un imponente castillo -en cuya mansión se encuentra la tumba de Leonardo da Vinci y varios de sus inventos-, callejones empedrados, canales, flores de colores, restaurantes y panaderías.
Chenonceau, a 15 minutos de distancia, podrá no ser el más grande ni el más antiguo de los castillos, pero sin duda es el más elegante, encantador e impresionante de todos. Las aguas del río rodeando sus torres de piedra blanca, el mobiliario intacto y una colección de obras de arte dignas de museo lo hacen ser un castillo muy femenino de gusto exquisito.
Sus jardines cuidados de manera impecable, su refinado restaurante Orangerie, el servicio amable de sus trabajadores, la exposición de carruajes, un inmenso huerto y un sinfín de actividades como un taller de arreglos florales, hacen sentir que en él habita todavía una reina que dirige a la perfección su emporio.
A una distancia corta del pueblo de Chenonceaux se encuentra la ciudad de Blois, con un inmenso castillo, una catedral y un paisaje indescriptible lleno de nostalgia entre tejados y edificios de fachada gris. Blois es una ciudad más grande, con más actividad y con una interesante oferta gastronómica.
Segunda parada: Chambord, el rey de los castillos.
Muy cerca de Cheverny, que es el corazón de los viñedos de la Loire, se encuentra el majestuoso castillo de Chambord: inmenso, elegante, imponente, digno de un rey poderoso. Conocer cada una de sus salas, torres, sus escaleras dobles o los jardines y villas que lo rodean merece dedicarle por lo menos medio día de visita. Sin duda te enamorarás de los cientos de viñedos, casas rurales y pueblos encantadores que lo rodean, pudiendo degustar la gastronomía local de la región en cada esquina.
La última y nos vamos: Orleans, glamour campestre.
Una última parada obligatoria es en la ciudad de Orleans, que reúne la magia y el glamur de Paris con la tradición campestre de la Loire, una oferta exquisita de restaurantes de primer nivel con productos frescos y locales, tiendas, plazas públicas, monumentos, edificios, museos, hoteles y, a pocos minutos de distancia, la tranquilidad de tantos pueblos medievales en la ribera del río.
Merece la pena una visita también a Meung sur Loire, a 20 minutos de la ciudad, el castillo más antiguo de la región que mantiene intacta la decoración y el mobiliario, y que todavía ofrece actividades para las familias, tales como talleres de maquillaje medieval o de luchas con espadas y armaduras.