El Índice de Confianza del Consumidor deja ver que hay un desánimo social acerca de la situación del país, sobre todo en el futuro. Pero al mismo tiempo descubre consumidores ávidos de comprar televisores y lavadoras.
Hay una bipolaridad poco útil para el desempeño económico. Porque consumidores pesimistas no son los ideales para mantener un dinamismo de la economía, en especial cuando en la parte externa hay verdaderos problemas para sostener las tasas de comercio exterior.
Entonces, en ese contexto, es indispensable equilibrar las percepciones entre las preocupaciones que legítimamente deben tener los mexicanos y aquéllas que son inducidas por sujetos interesados en mantener a los electores de malas.
Los datos duros nos hablan de una economía con crecimiento, con cifras del consumo interno con crecimientos históricos tan inauditos como los bajos niveles de inflación que hemos tenido ya por años.
Pero en esa mejora de las percepciones hay que cuidar de no exagerar los mensajes para no provocar el efecto contrario.
La creación de empleos ha sido una de las grandes virtudes de la economía mexicana, si tomamos en cuenta el número de plazas. Evidentemente que la calidad del empleo es un asunto pendiente. Pero en términos económicos es necesario primero que haya equilibrio entre oferta y demanda de mano de obra para que después pueda haber una mejora en las percepciones.
Recientemente el presidente Enrique Peña Nieto presumió los dos millones 31 mil empleos formales creados en lo que va de su gobierno. Cuatro veces más que los generados en igual lapso del gobierno anterior, dijo Peña.
Ésa es una comparación partidista. Pero cuando dice que México crea más empleos que Estados Unidos, lo que hace es exagerar. No hay manera de comparar ni el número de plazas ni mucho menos los ingresos entre los dos países; son este tipo de declaraciones las que generan desconfianza.
Hay desde el cierre de la semana pasada un auténtico roadshow de las autoridades laborales, en especial del director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Mikel Arriola, para promover la cifra del número de plazas creadas.
La verdad es que los argumentos que ha utilizado Arriola son impecables, pero sí contrastantes con lo que dicta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Son más empleos, pero peor pagados, dice este organismo internacional que pone en perspectiva los promedios salariales en este país.
Los últimos datos disponibles en la OCDE son los correspondientes a 2014, cuando el promedio salarial en México era de nueve mil 306 dólares anuales, contra los nueve mil 680 dólares registrados en 2007. Ya llegará la actualización de esta estadística que incluya la severa depreciación del peso, por aquello de presentar las cifras en dólares para hacerlas comparables entre los socios.
Es cierto que la percepción del desempeño económico está devaluada. Hay una pobreza anímica que empeora la condición precaria de millones. Y no hay duda de que uno de los componentes de un despegue económico es la confianza. Algo muy diferente a cualquier exageración gubernamental.