OAXACA. Un camino conocido se vislumbra al salir de la Calzada Zaragoza, de la Ciudad de México hacia el oriente: la carretera a Puebla y de ahí, rumbo a Oaxaca, una ruta que, de acuerdo con la experiencia y el GPS, debería llevar poco más de cinco horas, pero que este año toma casi el doble de tiempo de recorrer debido al conflicto magisterial que se vive en este estado.
Los bloqueos que los maestros de la Sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) realizan desde hace meses en el estado provoca que sean más de nueve horas y media las que le toma a un citadino llegar a la capital oaxaqueña, el mismo tiempo que le llevaría viajar a Monterrey, ciudad del norte que se encuentra al doble de distancia.
Llama la atención que los autobuses de pasajeros, que recientemente volvieron a circular en el estado luego de suspender sus corridas durante semanas, y unidades de transporte público lucen letreros en apoyo al movimiento magisterial de la Sección 22 de la CNTE, solo de esa manera pueden circular.
“Solución a las demandas de Nochixtlán Sección 22” o “Apoyo total a la Sección 22 de la CNTE”, son algunas de las leyendas que portan las unidades de transporte de pasajeros. No obstante, los autobuses no son inmunes a las inspecciones de maestros para cerciorarse de que no haya policías infiltrados.
Estas revisiones aunadas a los retenes también son causantes de demoras. Autobuses de ADO y Sur tardan hasta 10 horas en el recorrido de la Terminal de Autobuses de Pasajeros del Oriente (TAPO), en la Ciudad de México, a la capital de Oaxaca.
Durante el fin de semana previo a la Guelaguetza, festividad que inicia este lunes y que atrajo 129 mil turistas anuales a Oaxaca en los últimos tres años, la carretera 135-D, que va de Puebla al estado sureño, luce despejada de autos, sin mayores demoras que las paradas obligadas para cargar combustible, pasar al sanitario, comprar un bocadillo o estirar las piernas.
El camino luce prometedor, pero al entrar a Oaxaca, en las inmediaciones de Asunción Nochixtlán, comienzan las complicaciones: a lo lejos, una fila de camiones y autos obliga a varios conductores a desviarse de la autopista ante la presencia de un retén de la CNTE, por lo que hay que entrar al poblado y tomar la carretera federal.
Por la ventanilla, la vida en Nochixtlán transcurre sin complicaciones: los comercios están abiertos y la gente trabajando, solo la ausencia de policías y los restos de camiones y autos incendiados a la salida del pueblo recuerdan el enfrentamiento entre policías y grupos afines a la CNTE, ocurridos el 19 de junio pasado.
Unos kilómetros más adelante, sobre la carretera federal, se ven tráileres y camiones formados, detenidos a lo largo de varios kilómetros a consecuencia de otro retén.
Para sortear estos obstáculos, decenas de autos atraviesan un camino de terracería en el que apenas cabe un vehículo, por lo que las unidades deben formarse y esperar su turno para pasar por el estrecho sendero. A un costado, como un espejismo, se ve la autopista, vacía.
Luego de nueve horas y media de camino se puede leer un letrero que da la bienvenida a la ciudad de Oaxaca. El tráfico y el bullicio en la capital del estado son comunes, al igual que el caos en el Centro debido al campamento que mantiene el magisterio disidente.
Lo que es inusual es el cansancio, producto de un largo y agotador camino, al que no se está acostumbrado cuando se viaja a Oaxaca desde la capital del país.