Quedaba alguna especie de esperanza de que los republicanos indignados con la actitud de buscapleitos de Donald Trump hicieran algún movimiento de última hora que impidiera la nominación de este sujeto a la candidatura presidencial de ese partido.

 

Ciertamente hay opositores a Trump, pero tampoco era posible pensar en alguna determinación fuera de los cauces de la institucionalidad. La alternativa era alguna letra chiquita en los estatutos republicanos.

 

Donald Trump puede, durante los próximos tres meses, darle la vuelta a las encuestas que ubican hoy a Hillary Clinton como la virtual ganadora y ser Presidenta de Estados Unidos.

 

Con todo y lo complejo que es un proceso electoral basado en colegios electorales, hay margen para ese cambio en la tendencia y que este sujeto que inició con la cobertura de su precampaña presidencial en las secciones de sociales de los medios se convierta en el ganador de la carrera presidencial estadunidense.

 

Evidentemente que a diferencia de otras contiendas previas, en esta ocasión el resultado sí cuenta, y mucho, para calcular cuál será la suerte de la economía mexicana.

 

No existe hoy ningún pronóstico económico válido que no considere el resultado de la elección estadunidense como un factor a tomar en cuenta.

 

Primero lo sencillito. Con Hillary Clinton en la Casa Blanca es evidente que habrá que pagar alguna factura para que la Presidenta se congracie con los más radicales de sus electores.

 

Posiblemente alguna medida migratoria inicial extrema, pero con miras a encontrar un equilibrio futuro vía una ley como la que Barack Obama nunca logró para regularizar la estancia de millones.

 

Por lo demás, la señora Clinton entiende que la balanza comercial conviene más que sea deficitaria con México que con China. Entiende que los equilibrios del Tratado de Libre Comercio de América del Norte son, además de comerciales, políticos y hasta de seguridad nacional ante la prosperidad de su vecino del Sur.

 

Pero si a partir de enero de 2017 el que despacha en el Salón Oval de la Casa Blanca es Donald Trump, deberíamos prepararnos para un escenario incluso recesivo.

 

México tiene una casi total dependencia comercial de Estados Unidos, y en la parte financiera no es otra cosa que un cordón umbilical lo que ata a este país con los mercados de allá.

 

La llegada de Trump validaría un pronóstico que hoy no existe de recesión.

 

Es momento de que los pronosticadores profesionales empiecen a tomar en cuenta el factor Trump en la columna de las calamidades posibles en la economía mexicana.

 

De entrada, el impacto financiero será inmediato. Después vendrán las medidas ejecutivas que tome ese Presidente para limitar las importaciones mexicanas.

 

Más adelante habrá que lidiar con la recesión que seguro provocará este sujeto con el plan fiscal que piensa aplicar, y eso sin tomar en cuenta si no se mete en algún conflicto bélico con alguna nación de ésas con las que ahora le gusta hacerse el bravucón.

 

El que crea que no puede llegar Trump y que todo seguirá bien con Hillary, más vale que lo piense dos veces.