Un albergue fue fundado recientemente en el oeste de México para dar asistencia en el difícil proceso que viven quienes han decidido practicarse cirugías para cambiar de sexo o han sido rechazadas por sus familias por su condición transgénero.
Este albergue es el primero en México en ofrecer un espacio de asesoría y acompañamiento médico, sicológico y jurídico, dice a Efe su presidente, Izack Zacarías, un joven que decidió dejar atrás su historia como mujer.
Es un refugio donde pueden llegar, acomodarse y “buscar una solución para poder continuar con su vida”, explica el activista originario del municipio de Tequila, en el occidental estado de Jalisco.
Con apenas unos meses de funcionamiento, la casa ha recibido a una veintena de personas provenientes de estados del norte y centro de México.
Quien llega a esta casa de dos habitaciones ubicada en las afueras de la ciudad tiene detrás “un proceso emocional complicado”, no solo por aceptar que quieren cambiar de género, sino también por enfrentar a su familia al comunicarle su decisión, señala Zacarías.
“No hay estadísticas, (pero) de la gente que conozco al menos la mitad han sufrido rechazo familiar y han tenido que salir de casa”, afirma.
Édgar González Galarza, el sicólogo y sexólogo que asesora y acompaña a quienes llegan a Casa Impulso Trans, explica que se dan a la tarea de buscar a los padres de quienes llegan al albergue con la intención de lograr una reconexión familiar, y en algunos casos se logra.
El apoyo de los padres es fundamental para quien decide hacer este proceso de transición de un sexo a otro conocido como “reasignación sexogenérica”, pues tendrá menos posibilidades de caer en situaciones de riesgo como el abuso de drogas o la prostitución, sobre todo en el caso de las mujeres transgénero, advierte.
Además del acompañamiento sicológico, los activistas procuran atención y seguimiento médico con especialistas que conocen cómo es el proceso de transición desde la implementación de terapia hormonal hasta las cirugías necesarias para modificar el cuerpo si la persona lo decide.
“Es un proceso largo, fastidioso y costoso”, dice Zacarías, quien vivió el rechazo de médicos de clínicas particulares que rehusaron atenderlo por razones éticas o simplemente tratando de convencerlo de desistir con “razones morales y religiosas”.
Said, de 18 años, llegó a Guadalajara procedente de la capital del país con la ayuda de la Casa Impulso Trans, para practicarse una mastectomía bilateral que le permita verse más masculino, tal y como siempre quiso.
“Es algo necesario para que yo pueda sentirme bien conmigo mismo”, comenta este joven que omite su identidad a petición de su madre, quien lo acompaña en esta transición.
Sus padres “lo aceptaron”, aunque “fue difícil porque al principio era miedo, más que nada; (porque) es un cambio y es el miedo de qué va a pasar, pero poco a poco esa aceptación fue mayor”, explica Said, quien se siente orgulloso porque el tratamiento de testosterona le está ayudando a que crezca el bigote.
Los activistas se han vinculado con algunas empresas incluyentes para que quienes llegan al albergue tengan una posibilidad de encontrar un empleo.
También los ayudan a llevar a cabo su cambio de identidad jurídica, a través de la modificación del acta de nacimiento, un procedimiento que solo se hace en la Ciudad de México.
“Hay mucha población transgénero que ya decidió hacer su proceso legal”, dice González Galarza, quien cuenta que en pocos meses han ayudado a alrededor de 400 personas de Jalisco que han viajado a la capital para realizar el trámite.
Desde 2015 el Registro Civil de la Ciudad de México permite a aquellas personas que se han sometido a un proceso de reasignación de sexo que cuenten con un acta de nacimiento acorde con su nueva identidad de género.
Ese cambio convirtió en “un acto administrativo” que las personas transgénero obtengan una nueva identidad y, sobre todo, que cualquiera las respete. | JMS