Miradas las cosas superficialmente, el tema del Acuerdo de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN), vigente desde enero de 1994, los dos candidatos a conquistar la Casa Blanca, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, es uno de los pocos en los cuales hay una coincidencia. Sin embargo, todo parece indicar que la ex secretaria de Estado favorece una revisión “aterciopelada”, es decir, sin entrar en colisión con el Gobierno mexicano, a diferencia de su rival, que busca torcerle el brazo a México e imponer sus condiciones.
La aspirante demócrata “ha dicho que va a revisar aspectos del TLCAN, que no están funcionando para ambos países” los cuales “se pueden renegociar”, señala Jorge Silva, director para Medios Hispanos de la ex primera dama en una entrevista con 24 HORAS.
“Ella (Hillary) ha abierto la puerta para revisar ámbitos que no funcionan como deberían para Estados Unidos ni para México o Canadá. Hay áreas donde se pueden reabrir estas negociaciones, pero lo que ha dicho es que no le cierra la puerta a este tipo de instrumentos” afirma el vocero y añade que “en varias ocasiones Hillary ha dicho que quiere enfocar su gobierno hacia Latinoamérica. La relación actual con México es muy cercana y busca mantenerla”, expone.
En la entrevista, Silva aborda quizá el tema más crítico en el proceso electoral estadunidense: la campaña postconvención, pues los aspirantes ya no se confrontan sólo con sus habituales clientelas, sino tienen que tratar de ganarse a todo el electorado en su conjunto. El magnate de la construcción ha duplicado su apuesta a favor de su habitual clientela de adultos, blancos y conservadores, sobre todo con escasa educación formal. En particular, confía en que el llamado Tea Party lo llevará en hombros hacia la línea de meta. Pero el campamento demócrata no es precisamente Disneyland, y aunque Hillary goza del respaldo de las mujeres, afroamericanos y un amplio sector de los hispanos, son los jóvenes liberales e incluso algunos latinos los que todavía muestran cierta reticencia a brindarle un apoyo incondicional.
Para contrarrestar esta circunstancia, Clinton trató de seducir el voto joven más progresista haciendo suyo el mensaje y propuestas del que fuera su rival en la contienda demócrata, el senador socialista Bernie Sanders.
Silva señala que de llegar a la Casa Blanca, Hillary llevará a cabo la inversión más grande después de la Segunda Guerra Mundial en infraestructura para crear millones de empleos y crear incentivos para mejorar el bienestar de las familias de la clase media y de trabajadores, con lo que le estaría haciendo un guiño a los adultos blancos que apoyan a Trump.
Una de las propuestas más seductoras de Clinton para atraer al votante “desilusionado” con el sistema es su propuesta de reforma migratoria en los primeros 100 días de su mandato, en caso de ganar.
Esta iniciativa involucra un sistema de protección para deportaciones que abarca a los padres de los “dreamers” (jóvenes estudiantes universitarios sin documentos migratorios) y de los ciudadanos y que no sea similar al que ha sido bloqueado en los tribunales. Además, quiere abrir otro proceso para quienes no califican en los planes hasta ahora aplicados.
“Los primeros 100 días, la Casa Blanca va a empujar con todo el poder a su alcance en el Congreso el proyecto de reforma migratoria”, expone Silva, quien anticipa que “ya hay un compromiso” del posible líder en el Senado, Chuck Schumer, de Nueva York, “quien se comprometió a apoyar una reforma migratoria en ese período”.
El vocero sostiene que, con esta iniciativa, Hillary marca “una gran diferencia” con Trump, que se propone deportar a 11 millones de indocumentados” y sobre todo, “algo que ha sido poco difundido, que es quitarle la ciudadanía a niños ciudadanos de padres indocumentados, algo así como seis millones de personas”.
Es ésa la diferencia que permitiría a la candidata demócrata ampliar su ventaja sobre Trump en esta encrucijada del proceso electoral, y presentarse como la única aspirante con capacidad para gobernar a la nación más poderosa, sin riesgo de llevar al país hacia una catástrofe como se teme que lo haga su rival.